El estudio bioacústico, realizado por la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, se ha realizado con dos ejemplares de esta especie, conocida por poseer el sistema más desarrollado entre los cetáceos de ecolocalización, que es la emisión de sonidos para situar los objetos que les rodea en el espacio marino.

La investigación ha sido realizada por el coordinador del área de Investigación del Oceanográfico de Valencia, Manuel Castellote, con los ejemplares de beluga del centro, y ha sido presentado hoy por el científico y por el director de este parque, Pablo Areitio, quién también ha destacado la importancia que el estudio tendrá "para el bienestar de las belugas".

Iniciado en 2003, el estudio aporta un análisis detallado de las vocalizaciones sociales que usan las belugas del Oceanográfico y su comportamiento asociado para estudiar, entre otras cosas, el impacto de la contaminación acústica en su comunicación.

Los sonidos que emiten las belugas les permiten comunicarse con el grupo y facilitan la ecolocalización, es decir, la detección de objetos y el cálculo de distancias en su entorno gracias a la emisión de sonidos y la recepción de sus ecos, sistema que ha sido imitado para el desarrollo de los sónares y sondas.

El estudio ha desvelado que las belugas emiten estos sonidos para conocer su situación desde dos puntos del sistema fónico de manera simultánea, lo que amplia enormemente su capacidad de control en la emisión de sonidos.

Además, según Castellote, se han podido detectar un total de 32 tipos de sonidos distintos emitidos por las dos belugas que actualmente habitan en el Oceanográfico y que tendrían la finalidad de facilitar la comunicación.

Otro de los descubrimientos que el estudio ha desvelado es que las crías de beluga emiten unos sonidos exclusivos que no reproducen los ejemplares adultos, que estarían orientados a facilitar el "contacto de la cría con la madre" y cuyo descubrimiento podría utilizarse también "para saber si hay crías en el Ártico", ha destacado Castellote.

Castellote ha explicado también que, según los resultados obtenidos en las investigaciones, las belugas tienen una capacidad auditiva muy desarrollada, altamente sensible a los sonidos en un amplio rango de frecuencias, y de carácter muy direccional, lo que hace a estos animales especialmente sensibles a la contaminación acústica.

Los sonidos emitidos al mar por las ondas de alta batimetría de los buques mercantes, los sistemas de percusión de los rompehielos, las explosiones de las pistolas de aire de las prospecciones sísmicas o los equipos informáticos de navegación ("plotters" de pesca) producen "un efecto muy negativo" para la supervivencia de estos animales, ha dicho.

El estudio se ha realizado en colaboración con instituciones internacionales para realizar pruebas en el hábitat natural de las belugas, el Ártico, lo que ha permitido estudiar la distribución, la estacionalidad y el uso del hábitat de estos animales en libertad.