La imagen se repite en la literatura de la Costa del Sol. Un golfista arqueado sobre la pelota bajo el cielo de la provincia. No es ninguna presunción. Málaga es la parte continental de Europa con mayor número de campos. Un potencial que la industria siempre ha querido aprovechar para romper con la dependencia del sol y la playa, y, sobre todo, exorcizar los fantasmas del invierno, pero que en los últimos años ha dejado de funcionar como se esperaba. Las razones generales apuntan a la crisis, aunque los especialistas mencionan otro tipo de dificultades, más pegadas a los movimientos del sector. La llamada costa del golf todavía está por explotar.

Según un estudio reciente de la Consejería de Turismo, Málaga dispone de más de medio centenar de instalaciones. Se trata del 55 por ciento del total de Andalucía y de un 30 por ciento del global del país. Además, cuenta con una tradición consolidada, de más de cuarenta años. En 2011 el golf aportó el 4,5 por ciento de los ingresos turísticos de la región, con 427.000 viajeros. Unos números que, sin embargo, no satisfacen las expectativas de la provincia, que detecta el fallo en un punto clave: la comercialización.

Dicho de otro modo, la Costa del Sol cuenta con la materia prima, pero, en este caso, aún no ha aprendido a rentabilizarla. Los campos están infrautilizados, al menos desde la perspectiva del turismo. En los últimos quince años, la mayoría de los complejos surgieron como reclamos inmobiliarios, lo que hace que su uso esté más orientado a residentes y propietarios de las urbanizaciones a los que pertenecen.

En este punto coinciden empresarios y sindicatos. Málaga no ha sabido diseñar un producto específico para el sector del golf. Joaquín Fernández Gamboa, vicepresidente de la Asociación Empresarial de Agencias de Viaje (Aedav), alude a las dificultades para casar las reservas hoteleras con las de las instalaciones, gestionadas de manera independiente. «Falta coordinación. Cuando consigues contratar el viaje y el alojamiento te das cuenta que los horarios para jugar están pillados porque los socios tienen preferencia», resalta.

Miguel Sánchez, responsable del Consejo de Turismo de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), es de los que han intentado, sin suerte, lanzar un paquete ajustado a la demanda del golf. En este sentido, echa de menos un apoyo más decidido por parte de las administraciones. «Es un sector que se debía haber mimado más para luchar contra la estacionalización», reseña. A diferencia de otras zonas de la región, como Sotogrande, la provincia tiene cuentas todavía pendientes en el segmento. Los campos se han utilizado para vender promociones, pero no tanto con el objetivo de atraer turistas.

Gonzalo Fuentes, secretario autonómico de Turismo en CCOO, abunda en este razonamiento y apela a la conversión de algunos de los primeros complejos de la Costa del Sol, que pasaron de adscribirse a grandes hoteles para formar parte de villas de lujo, con derechos preferenciales sobre las instalaciones. La pelota está bajo el palo de los propietarios, que son, según los expertos, los que más juegan en la provincia. Una clientela local a la que, de momento, cuesta armonizar con las exigencias turísticas. «A un cliente 5 estrellas no se le puede decir que no puede jugar cuando quiere y dejarle las horas menos apetecibles. Especialmente, con tanta competencia», indica.

Las nuevas estrategias. El presidente de la patronal hotelera, José Carlos Escribano, también es consciente de las carencias en la promoción del turismo de golf y de la ausencia de paquetes especializados. No obstante, confía en los últimos movimientos del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, que, según cuenta, ha empezado a trabajar con el objetivo de superar ese tipo de carencias. «Sin duda, falta combinar la oferta de golf con el alojamiento, pero esperemos que de todos estos trabajos se consigan diseñar productos específicos», puntualiza.

La gestión de la oferta no es, sin embargo, el único problema al que se enfrenta el sector de la provincia. Gonzalo Fuentes habla de una competencia al alza, con bastiones como el Algarve, Turquía o Marruecos. En su informe de 2011, la Consejería de Turismo, que alababa las bondades del golf en la Costa del Sol, insistía en que Málaga debía mejorar en la relación calidad-precio. Sobre todo, para conservar sus ventajas cualitativas respecto al resto de destinos.

En los últimos tiempos, el golf, al igual que el conjunto de la industria, se ha beneficiado de la mejora de la conexiones de la provincia. Gonzalo Fuentes cree que también existen aspectos a corregir en este campo, como es el caso de la infraestructura del AVE, que no permite el desplazamiento cómodo de los equipos de los jugadores. Fernández Gamboa añade una nueva observación, las características de las instalaciones. «A veces no se tiene en cuenta que no todas las nacionalidades piden lo mismo; a los escoceses, por ejemplo, les gusta jugar con otro tipo de corte de césped y de hoyos», agrega. En el mercado del golf, la Costa del Sol no sólo se juega la oportunidad de usufructuar su inversión, sino también de fidelizar a un turista con capacidad para reanimar la entrada de turistas en invierno. Y con un gasto formidable, de 102 euros al día.