Seis y media de la tarde. Laura ha salido a Benalmádena Pueblo para hacer unos recados y recibe una llamada en su teléfono móvil. «Era un vecino. Me dijo que había un incendio en la urbanización y que la Policía Nacional estaba desalojando a todos. Mi hija estaba en casa; lo primero que pensé fue en ir corriendo a por ella», relata.

Esta vecina de la calle Acacia de Reserva de El Higuerón aseguró pasar uno de los peores momentos de su vida en el trayecto en coche hasta su casa hasta ver que tanto su hija, como su gata y su propiedad estaban a salvo del incendio que se declaró en la tarde-noche del pasado martes en este conjunto residencial que delimita las localidades de Fuengirola y Benalmádena.

«Por suerte, todo quedó en un susto. Pero realmente lo pasamos mal, porque el viento y la oscuridad no te permitían conocer la magnitud del fuego, ni si se iba a llevar la casa por delante», explica.

Más directamente, aunque sin saber muy bien qué ocurría, lo vivió Juliet, una vecina de la calle Álamo cuya casa acariciaron las fuertes llamas del siniestro. «Yo estaba en casa tranquila, y de repente, un policía llamó a la puerta. Me dijo que me fuera rápido porque había fuego. No lo pensé mucho. Me fui sin mirar atrás, sin pensar en qué dejaba atrás», comenta esta mujer.

Por increíble que parezca, no ha tenido que lamentar ningún daño, pese a que su vivienda era la más cercana al lugar donde se originó el fuego. Pero el miedo que pasó no se lo quita nadie. «Nos dijeron de volver a casa a las diez de la noche, pero preferí quedarme con otros vecinos hasta las dos de la madrugada, para tranquilizarnos unos a otros», dice.

Ayer por la mañana, Conchi y unos jardineros ponían orden en una de las casas afectadas, en la calle Alisos. El fuego llegó a afectar al jardín de este chalé, quemó la valla que lo separa de la vaguada y una pérgola de su interior.

«Los dueños de la casa estaban fuera, trabajando. Cuando se enteraron del incendio vinieron corriendo, pero la policía no les dejó pasar, ya que en esos momentos el fuego estaba en su jardín», afirma mientras se afana en limpiar los desperfectos.

El fuego se acercó tanto que los bomberos actuantes tuvieron que romper una ventana con una estatua de la entrada para pasar al interior y evitar que las llamas se apoderasen del inmueble.

Con algo más de distancia lo vivió María Oprea, cuya casa se halla al otro lado de la vaguada incendiada el martes. Vio el fuego desde poco después de su inicio y observó su evolución. No las tenía todas consigo. «El viento estaba loco. Aunque estaba algo lejos, una pavesa podía haberla liado. Por eso, vino la policía y nos ordenó salir de aquí», cuenta.