Todas las semanas va a la peluquería y le gusta ir a la moda. María Cruz es una de las mujeres más longevas de la Costa del Sol y a sus 103 años supone un testimonio vivo de la historia de la ciudad albergando un sinfín de anécdotas de todos los momentos que han marcado el último siglo.

Esta entrañable abuela nació el 26 de septiembre de 1910 en Mijas y siendo una niña se estableció en Fuengirola donde ha pasado el resto de su vida. Esta vecina centenaria nos describe cómo era la ciudad en aquellos primeros años del siglo XX, una estampa completamente distinta a lo que hoy en día conocemos. «Cuando yo era niña apenas existían unas cuantas casas de pescadores rodeadas de campo y desde el molino podíamos ver el Castillo Sohail», asegura.

En aquella época, a los pequeños les daba miedo por las noches la luz del faro que iba iluminando todo el pueblo y se escondían para que no les alcanzara. «Todos nos conocíamos. Éramos como una gran familia y ni tan siquiera sabíamos qué era un extranjero», recuerda María emocionada sobre su niñez. Tanto ha cambiado la estructura de la ciudad que en Fuengirola sólo había un inmueble de dos plantas al que llamaban «Casa Grande».

Pero por desgracia la infancia de esta longeva vecina no fue fácil. En 1918 su madre murió a consecuencia de la conocida «Gran gripe española», pandemia que afectó de manera devastadora al sur de España. «Este acontecimiento me marcó para siempre y tuve que aprender a seguir para adelante sin ayuda de nadie» señala.

Al poco tiempo su padre falleció también y tuvo que entrar a trabajar a una casa de sirvienta. «Antiguamente era la salida que teníamos los huérfanos y la manera de buscarnos la vida», asegura. Esos años María los recuerda como un tiempo de mucho trabajo y donde las labores que realizaba no estaban apenas recompensadas.

Guerra y Posguerra

Uno de los capítulos que María recuerda con más dolor es, sin duda, la Guerra Civil Española. «Aún tengo el sonido de los aviones sobrevolando Fuengirola y el ruido de las bombas en la memoria. Nunca he pasado tanto miedo como entonces» narra estremecida.

Por aquel entonces continuaba trabajando de sirvienta y todos se mudaron a Mijas a una casa de campo donde aterrados esperaron a que la situación se calmara. Cuando regresaron a su vivienda no quedaba absolutamente nada pues todo había sido saqueado. Al poco tiempo María se quedó sin trabajo y tuvo que dedicarse al «estraperlo». Jabón, café y pimienta eran los productos que vendía y tenía que ir andando hasta Marbella a por ellos. «Íbamos y veníamos caminando. No podíamos arriesgarnos a que la guardias civil nos pillara», asegura.

Más tarde consiguió un empleo en una pensión donde estuvo más de tres décadas trabajando como cocinera. «Mi vida no ha sido fácil y he trabajado mucho para poder darle lo mejor a mi hija en aquellos años tan complicados», señala. María ha dedicado toda su vida al trabajo y asegura que «esa fuerza que sacaba para seguir adelante es la que ha hecho que se mantenga con salud durante tantos años»

La reina de la casa

Actualmente María vive rodeada del cariño de su hija, sus nietos y sus bisnietos. Ella sola se asea todos los días y prepara sus cosas. Le gusta mucho cocinar y muchas veces sorprende a su familia con deliciosos platos.

Pero María, a pesar de su edad, es una mujer muy presumida. Intenta ir una vez a la semana a la peluquería y cuida mucho de su aspecto físico. Lo que más le gusta es hacer croché y se sienta cada tarde en su ventana a tejer sin ni tan siquiera utilizar gafas. «Me encanta hacerle colchas y cojines a mis nietos. De esta manera todos podrán tener un recuerdo mío y yo así me siento feliz», apunta.

María asegura que su secreto para estar tan bien pasada la centena es el trabajo duro y las largas caminatas que desde siempre han formado parte de su día a día. «Siempre que puedo salgo a andar. Incluso en la casa me cojo a veces el andador y voy por el pasillo. Hasta ahora soy autosuficiente y eso me hace sentir bien», concluye María mientras hace ganchillo.