Pasadas las 3.00 de la madrugada del 18 de junio de 2011, un huésped llega con paso cansado al hostal El Cid de Fuengirola en el que se aloja desde el día anterior en la habitación número 404. Viste un pantalón vaquero, una camiseta estampada y una chaqueta blanca. Entra y sale de su habitación, pero la siguiente secuencia de imágenes lo sitúa en diferentes pasillos del hostal intentando abrir las puertas de algunas habitaciones.

Sólo lo consigue en dos cuyos inquilinos no han echado la llave. En el primer caso vuelve a cerrarla rápidamente, como si los ocupantes del alojamiento le impidieran entrar o le llamaran la atención. En el segundo, la habitación 505 que ocupan dos jóvenes suecas, entra sin resistencia y cierra la puerta.

Minutos después, la misma cámara, que tiene a tiro todo el pasillo y graba en modo nocturno al estar la luz apagada, recoge imágenes aterradoras. Una de las dos jóvenes sale en pijama de la habitación a toda prisa, gritando y tropezando con varios objetos de un pasillo que recorre a tientas buscando la escalera. En este punto, otra cámara de seguridad graba a la joven en un plano más corto en el que se aprecia como el miedo y la oscuridad le sacan los ojos de las órbitas. Cuando comienza a bajar las escaleras, la chica busca apoyo en la pared y deja un claro rastro de sangre. Ya en recepción, la joven grita y pide ayuda al recepcionista, que parece indicarle la puerta de salida. Ella sale, el empleado del hostal llama a la policía y la chica vuelve a entrar en evidente estado de shock. En un momento dado, el trabajador coge un cubo y una fregona y limpia la sangre de la chica que ha manchado el suelo.

De nuevo en la quinta planta, el pasillo sigue a oscuras y las imágenes verdosas recogen al mismo hombre saliendo de la 505. Se dirige al ascensor y presiona el botón justo en el momento en que la luz de la estancia se enciende. El huésped se observa a sí mismo y comprueba que tienen las manos manchadas de sangre. Acto seguido, mira fijamente a la cámara y vuelve a entrar en la habitación de las chicas.

La grabación muestra de nuevo la recepción, donde el hombre ha bajado sin la chaqueta pero con la ropa ensangrentada. Tras unos segundos apoyado en el mostrador, entra en escena otro huésped que ha bajado alertado por los gritos. Es un policía en prácticas desarmado que sólo viste unas bermudas y calza unas chanclas. El agente, algo nervioso, se sitúa entre el presunto agresor y la puerta para evitar que se escape. Le pide varias veces que no se mueva hasta que finalmente le enseña su placa. Tras unos segundos de mucha tensión, un policía uniformado entra en el hostal con la mano sobre la pistola. Sin llegar a desenfundar, le pide al sospechoso que se dé la vuelta para esposarlo. El hombre obedece, pero antes hace un gesto para pedir perdón.

Finalmente, el agente en prácticas, un compañero uniformado y una mujer que asegura ser doctora entran en la habitación 505 y encuentran el cadáver de una chica.