Pocas visitas, ni siquiera en la época dorada, cuando la presencia de las grandes estrellas era una garantía inseparable del inicio del verano, han generado tantas esperanzas. Entre otras cosas, por el momento especialmente delicado que atravesaba la Costa del Sol, en plena cruzada por aventar el batacazo de la corrupción, pero también por la fuerza que en un mundo polarizado y asimétrico sigue teniendo la marca de la Casa Blanca. En el verano de 2010, el anuncio de la llegada de los Obama, que saltó como un polvorín desde los circuitos más exclusivos de Marbella, hizo que el sector turístico se frotará las manos y fantaseara con una nueva etapa de idilio con el mercado estadounidense, tan importante para la economía local de los setenta y de los ochenta. Cuatro año después, y pese a la satisfacción general con el viaje, los expertos reconocen que aquel entusiasmo colectivo todavía no ha fructificado. El turismo americano, aunque ligeramente al alza, se mantiene muy alejado del protagonismo que tenía en la provincia. El año pasado, sin ir más lejos, hubo un descenso del 3,2 por ciento en la suma total de viajeros (87.833). Para este curso, Arturo Bernal, augura que la cifra se elevará a 90.000, lo que todavía suena a un nivel penosamente raquítico respecto a los principales clientes extranjeros -los propios estadounidenses superaban anualmente el medio millón de turistas en su etapa más ligada a la Costa del Sol-.

Durante su intervención de ayer en el Foro Nueva Economía, en Madrid, el embajador de Estados Unidos, James Costos, insistió en que el matrimonio Obama estaría encantado de volver a España. El único precedente es una visita de juventud del presidente a Barcelona y las vacaciones en Málaga de la primera dama. Eso confirma lo que nunca ha dejado de ser un secreto a voces en la industria turística. Michelle, que vino acompañada de sus hijas y de imponentes medidas de seguridad, disfrutó de la estancia, que concluyó sin incidentes, a excepción de las críticas de la prensa americana, que, en un momento de desastre ecológico en las playas del país, no entendía la necesidad de poner rumbo a Europa.

Otra cosa muy distinta fue la repercusión turística, en un primer instante, voraz, con medios permanentemente apostados, aunque a distancia, en el itinerario seguido por la primera dama. Bernal asegura que en la última visita del Patronato a EEUU, la mayoría de las agencias con las que se reunieron los técnicos de la provincia ni siquiera recordaba las famosas, especialmente en España, vacaciones de los Obama. «No fue, desde luego, como aquella visita de Bill Clinton a Granada en la que dijo que había visto el atardecer más espectacular de su vida; faltó un acontecimiento», razona.

Ricardo Arranz, dueño del lujoso Hotel Villa Padierna, en Benahavís, cuyas dependencias sirvieron de alojamiento y cuartel general de operaciones a la familia presidencial, admite que todo aquel esfuerzo aún no ha cristalizado en términos de rentabilidad con el turista norteamericano. Entre otros puntos, por la propia cultura estadounidense, que reviste de una aureola de separación estanca a los máximos mandatarios cuando están en el cargo. No obstante, está convencido de que las vacaciones de Michelle serán un hito más que aprovechable a medio y largo plazo por la Costa del Sol. Y no sólo en Estados Unidos, sino en la sociedad internacional que conforma el turismo de lujo. «En el momento en el que abandonen la Casa Blanca estoy convencido de que los efectos serán más palpables», resalta.

Respecto a las vacaciones de los Obama, Arranz sitúa sus expectativas en torno a la rareza histórica que representó el desplazamiento. «Fue la primera vez que ocupando el cargo salió parte de la familia en visita privada a Europa», precisa. Entre las razones que explican la falta de impulso en la provincia del turismo estadounidense, figuran algunas variables generales. Los americanos son poco amigos de viajar al continente -sólo el 18% lo hace- y cuando se animan a dar el salto a Europa prefieren optar por las visitas a las grandes capitales. La Costa del Sol ya no es la reserva de sol y playa que era en la década de los vuelos chárter y tiene que reinventarse. En este sentido, el Patronato deposita la fuerza en el sector del lujo y la difusión de canales como Virtuoso, una plataforma exclusiva de destinos con más de 7.000 agentes que funciona por invitación y en la que en España únicamente están representados Madrid, Barcelona y la provincia. Menos generoso se antoja el asunto de los vuelos directos, que sólo funcionan en verano y, además, con mejores números en el saldo de ida y vuelta para el país norteamericano. «Habrá más cuando seamos capaces de generar más masa crítica», puntualiza Bernal.