Hablar de Casa Antonio es hablar de la historia de Torremolinos. La mítica estampa de la costa que dibujan los chiringuitos acompañados de hamacas y turistas comienza con ellos, uno de los primeros establecimientos de la localidad que ofreció servicios a los turistas e introdujo el concepto de chiringuito de playa.

La idea nació de unos visionarios de la época. Los hermanos Miguel y Antonio Cerdán improvisaron un pequeño habitáculo de madera en el que comenzaron a vender la comida que ellos mismos degustaban en casa. Era inicios de los años 50, en concreto 1951. La ciudad vivía aún los coletazos de un país castigado por la guerra y los primeros turistas se acercaban de forma tímida a aquel pueblo de pescadores en el que nada había, solo playa y campo.

«Eran pescadores y vivían de lo que pescaban en el mar. Eso era lo que se ofrecía a los turistas», detalla Francisco Cerdán, actual propietario del establecimiento junto a su primo Antonio Cerdán, ambos pertenecientes a la tercera generación de este legendario lugar. Sin María Céspedes, la abuela de Francisco, nada hubiera sido posible. Ella era quien preparaba la comida para los suyos y de ahí surgió que los turistas probaran los productos que conformaban la dieta de los vecinos de la zona.

Unos improvisados palos de madera y cañizo, un pequeño techado y una cocina austera hacían las veces para ofrecer los primeros pescaítos de la Bahía, siempre que el levante no se llevara la austera estructura. Toda la familia ayudaba en el pequeño negocio, que supuso la primera piedra para generar una industria de la que hoy viven cientos de familias en la Costa del Sol. «La gente venía a tomar el sol y mis abuelos, al ver cómo pasaban aquí los días, lo que hacían era ofrecerles de comer», explica Francisco. Las hamacas de entonces eran lonas de tela sujetas por palos de madera para que se pudieran sentar a tomar el sol los visitantes. Ellos mismos las fabricaban.

Aquello quedó atrás. Las sillas dieron paso a cómodas tumbonas y la madera fue sustituida por materiales más sólidos, al igual que la marca Casa Antonio se ha consolidado como el chiringuito por excelencia. Los hermanos Francisco y Antonio Cerdán, la segunda generación de Casa Antonio, vivieron la transformación del lugar. El humilde local de madera se mudó al paseo marítimo de Bajondillo y fue ampliando sus instalaciones conforme las leyes se iban adaptando. A principios de los 90 fue cuando transformaron su estética por completo. Fue uno de los momentos más difíciles del establecimiento, la demolición de la antigua estructura fue como empezar de cero. Ahora cuenta con grandes ventanales y un amplio salón con una barca donde se ve el género que después pasa a manos del espetero.

Hurta, pargo, salmonete, lubina, rodaballo, coquinas, peregrinas, jureles... El Mediterráneo en la mesa. Casa Antonio ofrece una carta que se mantiene fiel a sus inicios pero que cuenta con otros productos para adaptarse a todos los paladares. No faltan las carnes como solomillo o entrecot, al igual que los arroces, una de las grandes especialidades de la casa. También ofrecen cócteles y en invierno cuentan con una amplia carta de snacks.

Abierto los 365 días del año, Casa Antonio continúa más de 60 años después de sus inicios ofreciendo la gastronomía de la tierra a todos los que sepan apreciar el privilegio de comer frente al mar.