La Guardia Civil sospecha que el asesino de Costa de la Calma tuvo ayuda. Los investigadores creen que pudo tener un cómplice para escoger el momento propicio para el ataque y asegurarse la huida tras el tiroteo. Según esta hipótesis, el autor de los disparos fue avisado de que su objetivo había salido a la calle y era un buen momento para matarlo. Sin embargo, el gran parecido físico entre este hombre, Jonathan Hutch, sobrino de un líder mafioso irlandés, y el turista Trevor O'Neill, de 41 años, habría propiciado que el pretendido ajuste de cuentas acabara de forma desastrosa. Tras el crimen, el asesino huyó a pie en dirección a la playa, donde su compinche estaría esperándole para facilitarle la huida.

O'Neill, funcionario del Ayuntamiento de Dublín sin ningún vínculo con las bandas enfrentadas, había llegado el sábado a Mallorca con su mujer y sus tres hijos de cinco, siete y doce años para pasar unos días de vacaciones en el mismo hotel que Hutch. Se conocieron porque los niños de ambos jugaban juntos en la piscina y los dos hombres trabaron cierta amistad. Una casualidad que acabó convirtiendo a O'Neill en víctima de la guerra abierta que mantienen desde 2014 los Hutch y los Kinahan, dos de las bandas criminales más poderosas de Irlanda.

Las pesquisas siguen centradas en identificar y localizar al hombre de la sudadera azul que el miércoles por la noche mató de un tiro al turista irlandés a las puertas de un supermercado, en la calle Santa Ponça de Costa de la Calma. Los investigadores están convencidos de que el ataque fue un encargo de los Kinahan, decididos a matar a cualquier persona vinculada con la banda rival. De hecho, el objetivo del crimen de Costa de la Calma no es, para la Policía irlandesa, miembro activo de la organización y el único motivo para acabar con su vida sería su parentesco con los líderes del clan.

Una de las prácticas habituales de los autores de estos asesinatos por encargo es prender fuego a los coches que utilizan en la huida para eliminar posibles pruebas contra ellos. Apenas tres horas después del homicidio de Costa de la Calma, dos turismos ardieron en la calle Cartagena, en la barriada palmesana de Son Cladera. La Policía Nacional abrió una investigación y trató de aclarar si el incendio guardaba relación con el crimen, pero con las gestiones llevadas a cabo hasta ahora no se han encontrado vínculos entre ambos sucesos.

La Policía Judicial de la Guardia Civil continúa tomando declaración a los testigos del asesinato en busca de pistas sobre el autor y sus posibles cómplices. Los agentes rastrean la zona en busca de grabaciones de cámaras de seguridad en los que aparezca el sospechoso. Los investigadores tienen ya imágenes en las que se ve al asesino en los momentos previos al tiroteo, pero entonces iba ya con el rostro cubierto y su identificación es muy complicada. Según los testigos, el hombre llevaba pantalones de chándal y una sudadera, con el número 23 estampado en la espalda, y la capucha atada con fuerza para ocultar el rostro.

El crimen se produjo hacia las ocho y media de la tarde del miércoles, cuando Trevor O'Neill y Jonathan Hutch caminaban juntos por la calle Santa Ponça, unos metros por delante de sus familias. Un individuo se acercó a ellos corriendo y disparó. Pese a que los testigos cifraban en al menos cuatro los disparos efectuados, O'Neill solo presentaba un impacto de bala en la zona lumbar, que le causó gravísimas lesiones internas por las que murió poco después en Son Espases, y en la escena no se encontraron otros casquillos ni impactos.