Dos historias que mueren en una comisaría de Estepona, donde un alemán de treinta y pocos se presenta para denunciar que le han robado el barco. Los policías le reciben con cierto alivio. Un dispositivo buscaba al turista desde tierra, mar y aire desde hacía más de una hora, cuando su velero fue hallado sin tripulación varado en la playa y las autoridades temieron lo peor. Ni el barco fue robado ni el navegante estaba en apuros.

La primera trama comienza a las 15.20 horas del jueves. Un ciudadano alerta de que un pequeño balandro de cinco metros de eslora se encuentra en el rompeolas de la playa de Guadalobón y termina encallando. No hay nadie en la cubierta ni en el interior y la prioridad es saber qué ha pasado con la tripulación del barco, si está en el mar en apuros. El descubrimiento moviliza al servicio de emergencias 112, Guardia Civil, Policía Local, Policía Nacional y también a Salvamento Marítimo, que a su vez activa a la Salvamar Vega y al helicóptero Helimer 202. La primera pista la encuentra la Policía Nacional en el interior del velero, donde los agentes encuentran el pasaporte de un ciudadano alemán. Poco después, las gestiones con el puerto de Estepona permiten saber que un hombre de esa nacionalidad había hecho a mediodía una consulta para atracar en el puerto, no le gustó las condiciones de amarre y anunció que seguiría su ruta hacia Gibraltar.

Sobre las 16.30 horas, el alemán se presenta en la Jefatura de la Policía Local para denunciar el robo de su velero. Asegura que lo había dejado amarrado en un embarcadero de la playa de Las Doncellas, que había desembarcado durante unas horas para hacer unas gestiones en tierra firme y que cuando regresó el barco no estaba. La barrera idiomática entre el denunciante y los agentes es infranqueable y se trasladan al Servicio de Atención al Turista Extranjero (SATE) para contar con la ayuda de un traductor. Todos concluyen que el patrón dejó su balandro mal amarrado y que la corriente lo arrastró hasta la orilla. Atados -casi- todos los cabos, sólo quedaba devolver el velero al agua, algo que a última hora de la tarde no fue posible. Fuentes de Salvamento Marítimo aseguraron que la presencia de los riscos próximos al roquero de Alfaro, más amenazantes con el mar de fondo y la bajamar, hicieron imposible que la Salvamar Vega pudiera remolcar la embarcación, por lo que el propietario del mismo debía hacerse cargo de otra opción.