­Medio siglo ha pasado ya desde que en 1968 Jaime Pimentel regalara a la localidad de Benalmádena el que hoy día es uno de los símbolos más importantes del municipio situado en la Costa del Sol: la Niña de Benalmádena. Una escultura del artista malagueño que preside la fuente ubicada en el centro de la plaza de España de la ciudad.

«Benalmádena comenzó a notar la llegada de visitantes y el alcalde de aquella época, Enrique Bolín, me pidió que realizara algo que representara al pueblo», explica Pimentel sobre cómo surgió la idea de plasmar la obra que ahora celebra su 50 aniversario.

El artista pensó en lo que quería representar y eligió una niña porque buscaba simbolizar con la escultura «la juventud y la inocencia, ya que entonces Benalmádena no era tan grande». Además, apunta que la obra se elaboró de tal manera que «da la bienvenida a los visitantes, ofreciendo agua en un plato».

Durante el largo proceso de trabajo, el escultor se fijó en una niña de la localidad de Almayate, donde actualmente reside, la cual le sirvió como modelo, ya que coincidía plenamente con la idea que ya tenía dibujada en su cabeza. «Al principio toda la familia la acompañaba porque no sabían de qué se trataba», reconoce Pimentel, que incide en que la chica, Mari Cruz Ruiz González, ya es incluso abuela en la actualidad.

Sin embargo, el autor no copió en ningún momento a la modelo, simplemente la usó como referencia para acertar con los detalles que quería representar. «Cuando llegó yo ya tenía el trabajo adelantado, no quería que me influyera», manifiesta el malagueño, que, igualmente, incide en que en ningún momento realiza «castings» para sus esculturas, sino que elige a aquellas personas que se amoldan a su manera de enfocar las obras.

En las semanas que duró la labor de Jaime Pimentel con la Niña de Benalmádena, la obra pasó por fases muy distintas. En un principio, el artista realizó una maqueta pequeña de lo que sería la escultura final, para más tarde crear un esqueleto de hierro que funcionaría a modo de molde. Así, dicho elemento sería rellenado de barro y cubierto por cera, pasando en última instancia a recubrirse de bronce, material que fue repasado varias veces por el creador malagueño para que quedara definitivamente de la manera exacta que él quería.

«Durante el proceso de creación no se piensa en el trabajo, se disfruta mucho», asegura el artista, que recalca que mientras la elaboraba pensaba en que quería crear algo «que la gente al verlo quisiera disfrutar del día».

Pimentel no puede esconder su satisfacción por haber dotado al municipio y los vecinos Benalmádena de uno de sus símbolos más preciados. «He una suerte increíble con las esculturas, todas las que he realizado han sido acogidas de manera extraordinaria. Y yo no he hecho nada para esto», remarca, a la vez que reconoce que la obra «ha tomado unas raíces icónicas en la localidad y la gente está muy orgullosa».

Aunque han pasado ya 50 años desde la creación de la Niña de Benalmádena, Pimentel cree que si repitiera la escultura variaría «muy poco, porque está representado exactamente lo que yo quería». De igual forma, no se plantea la posibilidad de hacer una obra similar en la actualidad, ya que ahora, dice, no tiene «paciencia para trabajar tan duro».

El artista malagueño sigue aún a día de hoy recibiendo felicitaciones por el regalo de tales dimensiones que hizo a la localidad de Benalmádena. «Eso no para», afirma mientras se le escapa una risa. Y es que la Niña de Benalmádena tiene ya un lugar eterno en el municipio, dando, como siempre, la más cordial bienvenida a todo aquel que la visite.