¿Ha sido muy difícil plasmar en un musical la historia de los dibujos animados?

Muchísimo. Imagínese reducir una serie de 26 capítulos en un musical de 90 minutos... Pero tampoco me costó tanto porque como en su día alargué la obra de Julio Verne a 26 capítulos, ahora no ha sido tan difícil.

¿Cómo se le ocurrió llevar a los dibujos la historia de Verne? ¿Se levantó un día por la mañana y se le pasó por la cabeza?

Yo por la mañana no me levanto tan loco [risas]. No, fue poco a poco. El libro me había impactado muchísimo cuando era pequeño. Además, tuve la suerte de criarme sin televisión.

¿Por qué los convirtió en animales?

Por muchos motivos, entre ellos, el coste y por facilidades de animación. Con un personaje humano, tienes que reproducir todas las facciones y movimiento de labios; en cambio, con un animal es más caricaturesco. Para crear los personajes, me acuerdo de que compré una enciclopedia de animales. Para el protagonista, Willy Fog, pensé en el león porque aparece en la corona real inglesa y en los sellos. Yo era filatélico. Después, para la princesa Romy, pensé en la pantera negra de la India.

D´Artacán y los tres mosqueperros también marcó a muchos treinteañeros. ¿En qué se inspiró para la figura de ese perro blanco sin raza que dio vida a D´Artacan?

Si se fija, recordará que es un perro muy amorfo, que diseñé pensando en Snoopy. Y su novia, la novia de D´Artacán, Julieta, está inspirada en una perra que tuve.

En aquel momento, años 80, era difícil poner en marcha una serie de animación en España.

No hay adjetivos calificativos. Era horroroso. Era muy complicado por la estructura económica, la producción, la venta al extranjero...

Y, además, todo era hecho a mano.

En cada episodio de 25 minutos, hacíamos 18.000 dibujos originales.

¿Hubo algún libro o historia que no pudo transformar en dibujos animados?

Fueron imposibles El capitán Trueno, Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape...

Actualmente, aunque hay animación en España para largometrajes, prácticamente no hay series, a excepción de Pocoyó o Cálico Electrónico, aunque esta última sólo está disponible en internet. ¿A qué se puede deber esta escasez?

Hay gente que trabaja en esto pero es muy costoso. Es muy complicado buscar financiación, alguien que te apoye los proyectos. Las cadenas de televisión, además, han ido eliminando los espacios infantiles. Además, los canales infantiles están dominados por empresas norteamericanas que sólo ofrecen su propio producto. Es complicado.

Sus dibujos se han estado viendo durante varias décadas. Primero, en TVE en los 80, y después en los 90 con las reposiciones, sin olvidar la edición en DVD de las series. En tantos años, las anécdotas al reencontrarse con el público serán miles.

En primer lugar, encuentro siempre alguien que canta las canciones. En segundo lugar, hay algún sector que me llama asesino.

Asesino, ¿por qué?

Porque maté a David el Gnomo. De verdad, me llaman asesino y yo les explico: «Bueno realmente no murió, se convirtió en árbol, que es más bonito».

Por último, ¿qué era más emotivo, hacer los dibujos o ver el resultado después en la pequeña pantalla?

Verlos daba una satisfacción tremenda. Piense que desde que surgía la idea hasta que se estrenaba, a lo mejor pasaban tres años. La satisfacción la sigue dando. Entras en YouTube, escribes Willy Fog y ves más de 20 versiones de la canción, porque fue un producto universal y eso sí que te llena de orgullo.