El 4 de mayo de 1939, Miguel Hernández fue detenido por la policía portuguesa en Rosal de la Frontera. Tras acabar la guerra, el poeta oriolano se había ido a Madrid, de ahí a Sevilla y, vista la situación, cruzó al país vecino. El motivo de su apresamiento: intentar pasar la frontera sin documentación. Le interrogaron y le acusaron de haber escrito y haberse manifestado a favor de la República. Dos días después de ser detenido, Hernández ya escribió una carta a Josefina, su esposa, en la que le pide que consiga avales para salir en libertad. «Ve a casa y di a mi padre que estoy detenido, que hable con Luis Almarcha, Joaquín Andreu, Antonio Macandro, Juan Bellot, Martínez Area, Baldomero Giménez y quien sea preciso para la consecución de mi traslado a nuestro pueblo».

Alguno de esos avales se consiguieron. La mayoría no. Pero tras largos meses de investigación, encabezada por el escritor Enrique Cerdán Tato, la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica ha encontrado el aval que envió en su defensa Juan Bellot, jefe de la Falange en Valencia. Con este testimonio bajo el brazo, que recoge la no participación en actos de violencia y su no pertenencia a organizaciones de izquierda, y con documentación que registra errores de bulto en el juicio, la familia del poeta, junto a algunos de los miembros de este organismo, se encaminaron ayer hacia el Tribunal Supremo en Madrid. El objetivo es que con esas nuevas pruebas se consiga que se admita a trámite el procedimiento para que se declare nulo el juicio que condenó al escritor oriolano. La aparición del aval supone, tal como contempla la ley, que se podría iniciar el trámite para la celebración de un juicio que anulase el que condenó a Hernández.

En las cartas que el poeta escribió a Josefina queda probado que Juan Bellot y también Luis Almarcha, entonces obispo de León, sí escribieron sus avales a su favor. En concreto, el 30 de mayo de 1940, el autor de Nanas de la cebolla escribe una carta a su mujer en la que le habla de que estos documentos se han recibido. Además, con el añadido de que el de Almarcha no le convenció demasiado por las palabras que utilizaba, ya que hablaba de su regeneración. «Yo no soy ningún degenerado, así que no sé por qué me tengo que regenerar», escribía.

La nuera del poeta, Lucía Izquierdo, se muestra optimista: «Llevamos una documentación importante que demuestra que hubo graves errores judiciales»: «Estaba encerrado ya en Ocaña y condenado a muerte, y lo estaban procesando al mismo tiempo en Rosal de la Frontera diciendo que estaba allí; el objetivo final era que de una forma u otra no se librara».