La duquesa de Alba, la mujer con más títulos nobiliarios del mundo, la más señora de todas las «hippies», la más hippie de todas las señoras, ha estado en Oviedo pasando una consulta rutinaria en la clínica oftalmológica Fernández-Vega. De rosa fucsia llegó Cayetana Fitz-James Stuart conjuntada de arriba abajo, fiel a su estilo multicolor y desenfadado. Melena al viento. De plano, en francesitas, como a ella le gusta: cómoda. Con una camisa suelta, en estampado de pluma de pavo real y frunce de cintura. Un homenaje casual al pavo real del Campo San Francisco, que, también aristócrata como ella, sale de paseo hasta el Reconquista. Sencillos pendientes en las orejas, también en rosa, esta vez más claros y con abalorio en cascada. Los ojos de la duquesa están bien. «Estoy perfecta», aclaró a su salida de la consulta, luciendo pantalón pitillo, porque a sus 84 puede. Y quiere.

Sonriente, contenta, divertida, como es ella. Chaquetilla fina en el mismo tono, y así de arriba abajo, hasta las medias. Imprevisible, tanto que atendió sin problemas a la prensa, detrás de sus enormes gafas de sol con brillantes a lo Audrey Hepburn, también de moda, como ella. Mujer imprescindible en cualquier sarao que se precie. Garantía de foto en el papel cuché. Apoyada en el brazo de su asistenta llegó la duquesa a Oviedo en un cochazo con las lunas tintadas. En realidad, la duquesa no necesita brazo para apoyarse; desde que se operó en marzo de 2009 para implantarle una válvula cerebral, está como una adolescente. Ha vuelto a bailar sevillanas y ha vuelto a sonreír. Si hace falta, se arranca por bulerías. Un señor correcto le abrió la puerta y, como las princesas de los cuentos, avanzó primero un pie. Detrás llegó ella.

La duquesa se paró a la salida del médico y explicó que ha vivido con nervios la final del Mundial de fútbol. «Muchos nervios, lo vi con el corazón en un puño pero fue fantástico ¡qué nervios!», explicó Cayetana. Nada le gustó a la duquesa cómo entraban a matar los holandeses, ella, aficionada a la fiesta nacional tanto como al flamenco y a las pamelas de colores en verano, dicta sentencia: «¡Qué maleducados los holandeses!..». ¿Su jugador favorito? Lo tiene claro: Sergio Ramos, su preferido.