Málaga se despertó ayer con la triste noticia del fallecimiento, la noche del jueves, del insigne poeta Alfonso Canales. El autor de Aminadab, que murió en su casa a los 87 años tras una larga enfermedad, fue despedido ayer por la tarde por familiares y amigos en una íntima ceremonia en Parcemasa. La tarde de invierno, soleada pero gélida, dejó a muchos de los presentes al sepelio una doble sensación de tristeza. La primera, por la indiscutible «pérdida de un gran humanista y una de las voces más importantes de la poesía española del siglo XX», como coincidió en definir al poeta la mayoría de los presentes. La segunda la produjo la escasa representación institucional que acudió a brindar el último adiós al Hijo Predilecto de la ciudad.

Canales no era amigo de los grandes fastos y en su deseo estaba el irse de este mundo tal y cómo vivió: de forma humilde y discreta. Quizá por este motivo –o porque la en la agenda municipal primaba la reunión con la baronesa Carmen Thyssen– se ausentaron el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, y el delegado de Cultura, Miguel Briones. Ambos acudieron al Parque Cementerio al mediodía para presentar sus condolencias a la familia del Premio Nacional de Literatura en 1956. Así, la representación municipal recayó en Alfredo Taján, director del Instituto Municipal del Libro, y en Manuel Díaz, concejal de Urbanismo.

Ningún representante de la Junta de Andalucía y ni de la Diputación asistió al acto, si bien la delegada provincial de la Junta, María Gámez, se presentó horas antes del mismo para dar el pésame a los familiares. Por parte de la Universidad de Málaga, que en el año 2005 nombró a Canales doctor honoris causa, acudieron la vicerrectora de Cultura, Isabel Calero; Mercedes Vico, su antecesora, y el catedrático de Arqueología Pedro Rodríguez Oliva. También fueron varios los académicos de San Telmo –Mari Pepa Lara, Pepe Bornoy, Francisco Cabrera y el presidente, Manuel del Campo– los que asistieron a la despedida del escritor, que presidió esta institución durante 20 años. El mundo de las letras malagueñas también contó con la presencia de –además de Alfredo Taján– Manuel Alcántara, María Victoria Atencia, Guillermo Busutil y Francisco Ruiz Noguera. El ex alcalde de Málaga Pedro Aparicio, el presidente de la Fundación Unicaja, Felipe Faraguna; el presidente del Ateneo, Luciano González; los artistas José Manuel Cabra de Luna y Eugenio Chicano; el galerista Alfredo Viñas y el antiguo deán de la Catedral, Francisco García Mota, fueron otras de las personalidades que acompañaron a la familia de Alfonso Canales en el entierro.

A la mínima representación institucional en el sepelio se sumó el hecho de que, como indicó Manuel Alcántara, la muerte del poeta malagueño pasase ayer desapercibida en los informativos de Televisión Española: «He echado de menos que se le dedicara un minuto en la televisión pública su muerte». Alcántara lamentaba la cuestión ya que, junto a él y José Antonio Muñoz Rojas, Alfonso Canales completa el trío de malagueños galardonados con el Premio Nacional de Literatura.

Maestro de una generación

Canales poseía reconocidas cualidades como poeta y también como amigo y consejero. Por su casa pasó toda una generación de escritores malagueños, a la que impulsó, aconsejó y corrigió, tal y como confesaba Guillermo Busutil. «Fue un maestro para todos nosotros». En los últimos años, sobre todo tras el fallecimiento de su esposa, Canales dejó de salir y de recibir a gente en su domicilio de Muelle de Heredia. «Creo que perdió la ilusión por vivir y se encerró en su casa. Ya no recibía a nadie. No sé si porque no quería vernos o porque no quería que le viéramos nosotros a él», aseguraba ayer Manuel Alcántara.