La inevitable actualidad económica se asentó definitivamente, como era de esperar, en la OFM. Su primera víctima, el programa de mano, reducido desde ahora a su mínima expresión, un primer aviso de lo que aún está por llegar. Para todos aquellos que consideramos esta guía como parte esencial del concierto, sentimos como un paso atrás esta más que discutible decisión. Orquestas como la ONE o la OBC, por citar algún ejemplo, ponen a disposición de los abonados las notas al programa en formato .pdf desde sus páginas en la Red. Una solución intermedia que nos hubiera permitido mantener las firmas de las notas y ya de paso ahorrar costes, si es de lo que estamos tratando. Esto es sólo el principio, y aunque no es oficial ya nos iremos tragando nuevos pildorazos, eso sí, muy bien presentados, que para tal fin contamos con grandes profesionales del sector, atentos al roto y al descosido.

Con los ecos del Ciclo de Contemporánea, a punto de cumplir su mayoría de edad, retomamos la temporada de abono y su ecuador nos trajo un programa centroeuropeo en las figuras de Mozart y Strauss. Sendas obras constituyen en sí dos referentes claves para entender la evolución de la música el primero hacia el clasicismo y el segundo, su proyección sobre la música del siglo XX, todo un reto para la batuta invitada de Marco Guidarini. La sinfonía nº 38 del genio de Salzburgo protagonizó una primera parte con más intención que resultado; destacó cierto arrastre en los tiempos, con la vaga idea de incidir en la riqueza cromática de esta obra de madurez. La idea de contención practicada por Guidarini no evitó un cargante amaneramiento.

Más acertada fue la segunda parte del programa, no exenta también de alguna que otra nota despistada, aunque con una idea mucho más definida y trabajada por la orquesta. Si bien está escrita en un solo movimiento, en la Sinfonía Alpina de Strauss encontramos todo un programa centrado en un leit motiv en su sentido wagneriano. Es este tema, su aparición y el tratamiento dado al mismo, junto con la enorme riqueza orquestal de la obra, lo que hacen de ésta la más refinada de la mano strausiana, a pesar de cierta incomprensión por cierto sector crítico de la época, que vio en este poema sinfónico un abandono de los presupuestos vanguardistas adelantados en sus grandes óperas, en favor de una mirada al romanticismo. Grandes aplausos refrendaron la lectura de Guidarini aunque con no pocas objeciones.