Mónica es una chica cordobesa de 32 años que vive en Málaga desde hace algo más de cinco; estudió Empresariales y trabaja de administrativa en un banco. Álvaro tiene 36 y es enfermero, nació en Málaga y ha vivido siempre aquí. Se conocieron cuando ambos estaban estudiando sus respectivas carreras y llevan juntos más de ocho años. Ella vive en un piso detrás del Corte Inglés; él se alquiló un pequeño estudio en el Centro. Después de vivir juntos durante unos meses cuando ella se vino de Córdoba, decidieron que era mejor seguir manteniendo cierta distancia. «Las peleas empezaron a ser cada vez más y por tonterías de la casa: qué veíamos en la tele, qué tela comprábamos para las sillas, qué cenábamos esa noche... Incluso nos planteamos dejar la relación. Entonces pensamos en volver a estar como los primeros años, viviendo en casas distintas para intentar salvar la relación y, desde luego, ha funcionado», confiesa la chica.

Cada vez son más las parejas que deciden vivir en casas diferentes. Algunas por motivos laborales, que les obligan a vivir en distintas ciudades; otras, simplemente porque necesitan la independencia y el espacio que sólo ofrece una casa propia. Es el caso de Mónica y Álvaro. "Cuando empezamos a salir, yo vivía en Córdoba y él aquí, en Málaga, por lo que esa distancia era en cierta forma obligada. Casi tres años después de empezar, conseguí un trabajo aquí y me vine con la idea de irnos a vivir juntos", explica Mónica. Pero la cosa no funcionó. No saben si porque ya estaban acostumbrados a tener cada uno su espacio y lo anhelaban o por qué, pero el caso es que los roces eran constantes y la relación se iba deteriorando. Así, decidieron volver a vivir cada uno en su propio apartamento. «Así llevamos ya ocho años y cada día mejor», asegura la joven.

En otros países, como Estados Unidos o en zonas de Latinoamérica, esta nueva forma de convivir en pareja, denominada Stay Over o parejas LAT (Living Apart Together), está extendiéndose a pasos agigantados, sobre todo entre la gente joven. En España todavía es difícil encontrar esta forma de vida, pero la hay y cada vez más.

«La independencia que te da tu propia casa y tu espacio hace mucho en un pareja. Yo admiro a la gente que llevan viviendo juntos años y siguen como el primer día, pero nosotros no somos así y preferimos esta forma de convivencia. Hay mucha gente como nosotros, aunque parezca que no», dice Mónica. Ellos hacen vida en pareja como cualquier otra. En casa de ella hay ropa de Álvaro, sus cosas de aseo y del trabajo, al igual que en la de él, porque varios días a la semana duermen juntos y conviven bajo el mismo techo, «pero si un día necesitas un poco de tranquilidad y un respiro, lo tienes», confiesa la chica. «No tenemos discusiones cotidianas, que es lo que más desgasta una pareja. Si un día quiero hacer una cena con mis amigos y a él no le apetece o tiene otros planes, no tenemos que ponernos de acuerdo ni dar el brazo a torcer ninguno de los dos, con su respectivo enfado. No nos hace falta», bromea la administrativa. Eso no quiere decir que no hagan cosas juntos. Como si de un matrimonio convencional se tratara, salen a cenar, de fiesta, al cine, con los amigos de los dos, ellos solos o cada uno por su lado. «La única diferencia entre nosotros y una pareja que vive en la misma casa es que nosotros tenemos más espacio vital que ellos, un espacio no invadido por el otro y que nos permite ser un poco más libres y tomarnos la relación de otra forma, mucho más calmada», admite Álvaro.

Los psicólogos y especialistas en temas de pareja aseguran que la mayoría de las personas que optan por esta forma de convivencia lo hacen porque tienen un miedo atroz al compromiso y a todo lo que signifique compartir una vida. De esta forma, vives con tu pareja pero manteniendo un espacio propio que muchos temen ver reducido o incluso anulado. Además, en muchos casos, ese miedo proviene de fracasos sentimentales anteriores. Eso suele ocurrir, por ejemplo, con las personas divorciadas: después de salir de un matrimonio roto, si se embarcan en una nueva relación, no se atreven a dar el paso de vivir con la nueva pareja por temor a que eso sea lo que rompa esta nueva a ventura.

«Puede ser que muchas parejas decidan hacer una vida en casas distintas por el miedo a compartirlo todo, pero creo que no es nuestro caso», asegura el enfermero.

En el entorno de los jóvenes hay opiniones para todos los gustos. «Álvaro y yo tenemos amigos que viven con sus parejas y no entienden cómo nosotros podemos estar así, sin vernos algunos días o incluso durmiendo separados; otros, en cambio, están asombrados por lo bien que lo llevamos y aseguran que ellos lo intentarán también si ven que la convivencia puede poner en peligro la relación», afirman los enamorados. Entre la familia hay más discordancia. «Mi madre dice que si ella hubiera conocido esta forma de vida antes, nunca hubiera vivido con mi padre desde tan joven, pero, en cambio, los padres de Álvaro, que son más tradicionales, no lo ven del todo bien. Dicen que una pareja tiene que vivir junta, en la misma casa porque si no, no es pareja ni es nada», cuenta Mónica entre risas. «Pero aún así lo respetan. Todo el mundo respeta nuestra decisión porque al fin y al cabo es nuestra vida, hemos optado por vivirla de esta forma, no hace daño a nadie y nosotros somos muchísimos más felices que antes», admite Álvaro.

Aún así, ellos no descartan casarse y tener hijos en pocos años, «y supongo que en ese momento, uniremos nuestras vidas más todavía, para poder educar a nuestros niños bajo un mismo techo... Porque eso ya es otra historia».

Sin embargo, hay otras muchas parejas que una vez que han tenido hijos y han pasado por el altar, siguen conviviendo en casas separadas. Los psicólogos lo tienen claro: este tipo de pareja es el futuro de muchas relaciones que hacen aguas. Para gustos colores y en temas de pareja, que nadie se meta.