La cavea y el pulpitum del Teatro Romano de Málaga volverán mañana a cumplir su misión original –acoger a público y artistas– a través de una velada organizada por el Ayuntamiento. Este espectáculo, que conjuga música, artes plásticas y literatura, recoge el testigo de la primera representación moderna que se llevó a cabo en las ruinas romanas el 23 de julio de 1959: la comedia Las Nubes, de Aristófanes, en versión del dramaturgo y crítico teatral Alfredo Marquerie.

La casualidad ha querido que fuese también un jueves por la noche cuando Teatro ARA, la insigne compañía de Ángeles Rubio-Argüelles, iniciase con la obra del comediógrafo griego la segunda vida del escenario del siglo I a.C. «Solo intento hacer un ensayo sobre lo que pudieran realizar en un futuro lejano las generaciones venideras», escribió la mecenas teatral y directora del montaje en el programa de mano impreso para la ocasión.

Una docena de actores locales y la Banda Municipal, bajo la batuta del maestro Perfecto Artola, fueron los protagonista de la resurrección escénica de un espacio que dejó de usarse en el siglo III. La edificación promovida por el emperador César Augusto, que permaneció oculta durante siglos, comenzó a desenterrarse ocho años antes, en 1951, cuando los obreros encargados de la planificación de los jardines de la Casa de la Cultura descubrieron el arco del vomitorium, el primer elemento visible del monumento.

En la nómina interpretativa de Las Nubes se encontraba el actor Lucio Romero, que recuerda la extraordinaria repercusión que tuvo el evento entre la ciudadanía. «Fue todo un acontecimiento. Acudió muchísima gente. El público se agolpaba en las tribunas colocadas en la terraza de la Casa de la Cultura».

Romero, que contaba entonces con veintipocos años, rememora cómo durante las semanas previas al estreno acudía al Teatro Romano para los ensayos de la función, que contó con la supervisión de Humberto Pérez de la Ossa –codirector del Teatro María Guerrero, posterior sede del Centro Dramático Nacional–. «Teníamos unas túnicas por vestuario y una cortina sobre el arco del vomitorium como única decoración. Eso sí, había una iluminación excelente», apunta el actor.

Aquella «representación extraordinaria» –como así reza en el programa de mano– estuvo patrocinada, al igual que la de mañana, por el Ayuntamiento de Málaga. Tanto el delegado de Fiestas, Ignacio Barrionuevo, como el alcalde, Francisco García Grana, impulsaron la celebración del espectáculo.

Años dorados

Tras ese primer éxito, los sillares del Teatro Romano vivieron sus años de mayor actividad teatral, siempre durante los meses de verano. Buena culpa de ello la tuvo el Teatro ARA y su Festival de Teatro Grecolatino, que durante 25 ediciones iluminó las faldas de la Alcazaba con la representación de los grandes clásicos. A la puesta en escena de la obra Formión, de Publio Terencio, en el año 1960, le siguieron numerosos títulos: Medea, La Orestíada, Pluto, Lisístrata, Antonio y Cleopatra, Macbeth, Ondina, Julio César, Edipo Rey, Salomé, Octavia, Electra, Prometeo encadenado... Hasta sesenta obras representó ARA –algunas de creación propia, como Lex Flavia malacitana– sobre la semicircular orchestra del vestigio.

A aquella época pertenecen las imágenes más representativas de la vibrante vida escénica del Teatro Romano, entre las que destaca una especialmente: la de un jovencísimo Antonio Banderas durante la representación de Alcestes, de Eurípides, en el año 1979.

María Barranco, Miguel Gallego, Fiorella Faltoyano, Antonio Melibeo, Raúl Sénder, Tito Valverde... La cantera de intérpretes que dieron sus primeros pasos entre las piedras del escenario más antiguo de la ciudad es extensa.

A principios de los años 90, el Teatro Romano se cerró como escenario debido a los ambiciosos planes de recuperación proyectados sobre él. Durante veinte años –durante los cuales se derribó la Casa de la Cultura, en 1995, se han realizado excavaciones y se ha levantado el centro de interpretación– su escenario ha estado yermo, aunque bien ha servido de campo de batalla a la confrontación política.

Mañana, a las 19.30 horas, finalizará la larga espera. La guitarra flamenca de Daniel Casares, el pincel de Andrés Mérida, y los textos de Juvenal Soto, en voz de Carlos Álvarez, devolverán a los malagueños su histórico teatro a través de una velada conducida por Remedios Cervantes.

Ante la representación de Las Nubes, Ángeles Rubio-Argüelles ecribió: «En 1959 vino el impulso que habría de llevarnos a la esperanza de un futuro lleno de hermosas posibilidades». Han pasado 52 años, pero Málaga mantiene el mismo deseo: ver teatro en su Teatro Romano.