Tras militar en Ñu y Leño, inició su carrera en solitario en 1984. Ahora recorre de punta a punta la geografía española con la gira «Rosendo en el teatro», en la que repasa toda su carrera. «Los años se notan, pero no cuando estoy sobre el escenario, sino a la hora de viajar en las giras», asegura

¿Cómo se come eso del rock en un teatro? No parece que sea el espacio más adecuado para subirles el volumen a las guitarras eléctricas y meterle fuerte a la batería.

Es un formato al que no estamos acostumbrados, pero yo recuerdo que los primeros conciertos que vi, de Rory Gallagher, Santana, de John Mclaughlin, Chicago, los primeros grupos que vinieron a Madrid a tocar, venían al Teatro Monumental o al Alcalá Palace. No es un sitio tan disparatado. Luego con el tiempo nos hemos hecho un poco a los festivales al aire libre, nos hemos acostumbrado a la fiesta, pero no debe ser tan raro tocar en un teatro. Se presta a tocar otro tipo de canciones más tranquilas, con otro tipo de ambientes, se ven los detalles, se sienten más cercanos. Eso sí, tiene sus inconvenientes porque hay que estar sentado y no se puede fumar, por ejemplo.

El rock goza de una mala salud de hierro. Siempre lo quieren matar, pero ahí sigue, rebelde e inconformista. ¿Cuál es la vigencia de esta música hoy?

El rock es un espíritu, una forma de ver las cosas, una música en la que la energía es fundamental y siempre ha estado donde tenía que estar, en un segundo plano y un poco olvidado de los medios y de la oficialidad, yo diría que afortunadamente. Nunca ha sido una música de moda, dice cosas que no convienen y eso molesta. No es que no aparezca en las revistas de moda, es que no aparece en casi ninguna, pero así ha sido siempre.

Vivimos en una época Cuéntame, empapada de nostalgia, pero parece que lo único que ocurrió en este país hace 30 años fue la movida. Lo demás se ha olvidado, como por ejemplo toda la escena rockera a la que usted perteneció, con grupos como Leño, Ñu o Burning

Yo empecé antes de la movida madrileña. Había una serie de grupos de rock, y estaba todo por hacer. Intentábamos ponerlo en marcha. Me gustaría pensar que el trabajo que hicimos aquellos grupos ha influido a los que han venido después.

Usted es un reconocido cronista urbano, más concretamente un cronista de barrio, inspirado en su Carabanchel. Los barrios han cambiado mucho, nucleados ahora en torno a los centros comerciales.

Efectivamente, los barrios no tienen mucho que ver con lo que eran. Pero también cambiamos las personas con el tiempo. Sería imposible pensar en el barrio que yo viví cuando tenía quince años y pretender que siga igual ahora. No sólo por el barrio sino también por mí y por la gente. Ahora hay más personas de fuera en los barrios y antes había más contacto, se hacía más vida de calle. Yo estaba en la calle mañana y noche. Esa vida tenía sus riesgos. Algunos lo pasaron muy mal y otros se quedaron en el camino, porque en aquella época nos tirábamos de cabeza a todo.

A usted el servicio militar le cortó la incipiente carrera musical cuando ya empezaba a despuntar. Alguien un día tendrá que contar los efectos perniciosos de la mili en el pop-rock español, empezando por el dúo Los Pecos.

Sí [risas]. Yo empezaba con Ñu, habíamos ganado un concurso y creíamos que teníamos posibilidades de hacer algo importante. Efectivamente, llegó la mili y lo tuve que dejar, pero así eran las cosas entonces, no había otro remedio.

Escuchando ahora los discos de Leño, aparecen algún e elementos de lo que entonces se llamaba rock progresivo. ¿Como ha evolucionado su forma de hacer música?

En aquella época yo quería meter mil notas. Luego, cuando llegas a un nivel te planteas otras cosas. Yo me dejo llevar por lo que siento. Eso sí, trato de trabajar bien las letras. La guitarra es el instrumento de que me sirvo para componer e interpretar.

¿Qué música le interesa? ¿Sigue escuchando los mismos artistas que le influyeron cuando empezó?

Me gusta gente como Peter Gabriel, que cada vez hace las cosas mejor, o el fallecido Rory Gallagher, que desaparece de mi vida por largas temporadas y luego vuelve a aparecer. Durante una época me gustaron también grupos como The Cars o Talking Heads, pero luego vuelven los que me interesan siempre, por no sé que razones. Los Rolling Stones no son mi banda favorita, pero de ellos admiro que se hayan mantenido tocando juntos tanto tiempo. Es más fácil que esto ocurra con un solista, pero mantener una banda muchos años es difícil. De los artistas españoles me gustaba, cuando empecé, Serrat, me imagino que por las letras. De los de ahora me interesa Iván Ferreiro. Los músicos que me gustan no tienen por qué ser de mi palo [risas].

¿Qué planes tiene para al futuro?

Ahora que la actividad del directo ha descendido a la mitad por esto de la crisis, me tengo que poner a componer nuevas canciones para el próximo disco.

Keith Richards espera envejecer sobre el escenario tocando rock, a la manera de un bluesman añejo. ¿Cree usted que el rock, un género en el que la energía es fundamental, se puede tocar siendo un anciano?

Yo tengo 58 años y me sigo sintiendo bien en los conciertos que doy. Es cierto que los años se notan, pero no sobre el escenario. Yo me doy cuenta cuando me bajo, cuando ya ha terminado el concierto, o a la hora de viajar en las giras, que se hace más pesado.