David Trueba estrena una de las películas españolas más singulares de la temporada, Madrid, 1987. Protagonizada por José Sacristán y María Valverde, la cinta narra el particular encuentro entre un periodista consagrado y una joven estudiante durante un día de verano en el Madrid de dicho año. Un duelo desigual entre el deseo, la inspiración, el talento y las perspectivas profesionales. Obligados a convivir en una jornada muy particular, ambos tratarán de sobrevivir al roce emocional, «encerrados» en un baño público. La película se pasó en Sundance y ha logrado un premio recientemente en el Festival de Uruguay.

¿Cómo sería la conversación, el enfrentamiento generacional si su película fuese Madrid, 2012?

Creo que las relaciones de jerarquía y de respeto han cambiado mucho. Los jóvenes no se someten tanto a la autoridad de la edad ni tienen un sentido de la admiración como el que yo retrato. Pero al mismo tiempo creo que las relaciones de poder y ambición siguen funcionando en la sociedad. Cada personaje quiere algo del otro y eso les incita a estar juntos, a dar un paso más, adentrarse en la relación, hasta que de pronto, ya no pueden escapar. Ese juego es eterno en el cine, más allá del contexto de la película.

¿Por qué en un WC?

Más bien el lavabo de un piso. Me tentaba la idea de reducir un país y un periodo a un lugar tan acotado, basar toda la reconstrucción en la riqueza de los personajes. Para los directores de cine siempre hay un reto en cada renuncia. Y convertir esa renuncia en una riqueza para la película. En todo espectáculo se obtiene gran placer del grito de «más difícil todavía».

Usted es periodista y no es la primera vez que incluye la profesión en un largometraje –recuerdo Bienvenido a casa–. ¿Cómo ve al gremio en la actualidad? ¿Tiene mucho que aprender del personaje de José Sacristán en Madrid 1987?

Es interesante, creo que las grandes figuras tan representativas e influyentes ya no son posibles. El mundo es mucho más crítico y descreído. El periodismo es fundamental para la democracia, algo que va mucho más allá de estas figuras tan personalistas y geniales de dos generaciones atrás. El oficio requiere esfuerzo y medios y como a casi todas las disciplinas no les ha sentado bien la obsesión por el negocio, el beneficio de directivos y dueños por encima de la calidad profesional del medio.

Supongo que sería especial el pase de la película en Sundance, una especie de test de la universalidad de los conflictos de una película que, desde su mismo título, está muy datada, localizada. ¿Cómo resultó la experiencia?

Sorprendente. Pensé que había hecho la película más localista del mundo y me encontré con que es una película que disfrutan en el extranjero pese a carecer de algunos referentes. Funciona la relación entre los personajes y cada espectador es capaz de orientarla hacia sus referencias personales o nacionales. Una sorpresa muy agradable, que se ha confirmado en los muchos festivales internacionales a los que la película ha sido invitada. El lunes mismo ganó el premio del público en el festival internacional del Uruguay.

Da la impresión de que escoge últimamente sus proyectos directamente por el riesgo de su propio planteamiento; pienso no sólo en este filme, sino también en ¿Qué fue de Jorge Sanz? ¿Es así, algo consciente?

No, siempre me he guiado por mi propio apetito. Mis ganas, mi pasión. Surge la idea y eso sí, luego soy testarudo y no me vengo abajo con la primera dificultad o el primer no de productores, canales o empresas. Creo que hay que perseverar en la propia visión, ponerte a prueba aunque sea empezando desde cero.

Inevitable preguntarle por los recientes recortes de las ayudas a la producción cinematográfica por el Gobierno de Rajoy. ¿Algún comentario al respecto?

Creo que se desperdició en los últimos 20 años la posibilidad de fortalecer la industria del cine español, lo que tiene de generación de riqueza, puestos de trabajo y consolidación de vocaciones. A los que habría que preguntar es a los miles de chavales que estudian en escuelas de cine y sueñan con entrar en este oficio. Algunas de esas escuelas son estatales. Me temo que en los próximos 20 años cierta precariedad va a continuar, salvada por francotiradores con éxito y arrojo, pero sin estructura industrial suficiente.

Usted ha rodado este filme sin ayudas públicas ni financiación de ninguna televisión. ¿Cómo lo ha conseguido?

Gracias a que la película estaba escrita de manera muy precisa y las condiciones de producción me permitieron reducir el rodaje a trece días, al esfuerzo de un equipo reducido y a dos grandes actores que hicieron mi trabajo mucho más sencillo, rápido y preciso. Creo que todas las apreturas ayudaron a dotar la película de mayor coherencia. No es la situación ideal, pero no queda otro camino que perseguir tu instinto y pelear, a la espera de que los espectadores fieles te acompañen en la aventura.