Romero se siente «liberado» después de que el Ayuntamiento saldara finalmente las deudas del certamen. Ahora, asegura, el resultado de la cita es de su absoluta responsabilidad. Hoy se inaugura el Festival y empezará entonces el examen . «Que en cada pueblecito de 1.000 habitantes haya un festival de cine es un disparate», asegura.

A pocas horas de la inauguración del Festival de Málaga, ¿hay nervios?

No, el Festival ya está hecho. Ahora lo único que falta es que se celebre. Es el momento de pequeños ajustes que se van produciendo sobre la marcha.

Véndame la decimoquinta edición del certamen.

Se ha planteado desde un trabajo lo más serio y riguroso que hemos podido durante varios meses. Hemos recibido muchísimas propuestas: 500 largos, 250 documentales, 99 películas para la selección... Pero creemos que hemos conseguido una cosecha interesante.

El Ayuntamiento inyectó 2 millones de euros para saldar todas las deudas del Festival de Málaga. ¿Empieza una nueva etapa?

Me siento muy liberado. Ha sido una pesada carga que he tenido durante los tres años anteriores, que me ha ocupado mucho tiempo y mucha preocupación. Así que ahora tenemos plena responsabilidad de lo que hayamos hecho, y que cada uno lo juzgue.

La salud del certamen va aparejada a la salud del cine español. Y no parece que se avecinen buenos tiempos para nuestra industria, con los importantes recortes a la producción anunciados por el Gobierno de Rajoy.

Hace unos días hablaba con un productor y me decía: «Notaréis el parón en la producción no en la decimosexta edición sino en la decimoséptima»... Vamos a ver cómo se reestructura el sector, en qué queda el tema de la ley de mecenazgo... Indudablemente va a haber un menor número de películas, pero a ver si eso no daña demasiado la calidad. Pero tendremos que amoldarnos, sí.

¿Y cómo?

Serán decisiones a tomar sobre la marcha. Pero, por ejemplo, este año estamos muy contentos con una nueva sección, Animazine [parcela dedicada a las películas de animación]. En este momento se producen en España 20 largometrajes de animación al año, algo insólito. Potenciar ese espacio quizá sea una de las vías, como también hacerlo con los documentales, que cada vez tienen más fuerza y calidad, o el posible desarrollo de un cine en español, no sólo español... Veremos.

Mucho han dado que hablar sus recientes declaraciones sobre el sector de los festivales. Decía usted que tendría que replantearse la existencia de muchos certámenes, que hay demasiados...

Que en cada pueblecito de 1.000 habitantes haya un festival de cine es un disparate. Hay que ver cuáles tienen sentido. Un factor que puede ayudar a replantear este tema es la incorporación del Ministerio de Cultura al Consejo de Administración de la Sociedad del Festival del Cine; va a poder conocer de primera mano las cuentas y los planes de programación, y eso debe ayudarles a reflexionar sobre cuál es debe ser su aportación en el Festival de Cine Español, que es su [lo remarca] festival. Hay festival españoles importantísimos, que no voy a citar, en los que ha habido ediciones sin ni una sola película española a concurso.

Málaga es la ciudad que más dinero aporta a su festival de cine. Habría que ir restando la partida municipal e ir ganando en patrocinios, colaboraciones...

Comprendo y valoro enormemente lo que está haciendo el Ayuntamiento al servicio del cine español. Es casi quijotesco. Pero hemos desarrollado bastante este tema. Tenemos asegurados en dinero contante y sonante en patrocinio privado más de 730.000 euros y en aportaciones de servicios y provisiones de materiales y de apoyos, cerca casi del medio millón más. Pero es un momento muy complicado.

¿Cómo se siente cuando ve una cola tremenda para entrar en una sala donde se proyecta un documental uruguayo?

Recuerdo el primer y el segundo año del Festival y cómo me quedaba desolado al ver el Cervantes medio vacío. Al principio, la industria del cine no confiaba en Málaga, y el público dudaba de la calidad de las películas. Pero la apuesta de Salomón Castiel [anterior director del Festival] y el Ayuntamiento se ha mantenido y el tiempo y el esfuerzo ha hecho que se consolide. Volviendo a su pregunta, cuando consigues que la gente vaya a ver películas sin conocerlas de antemano, porque confía en la selección del certamen, le pudo decir que uno duerme tranquilo.

¿Por qué siguen sin colarse películas del Festival en los Goya?

Hay varios motivos: primero, porque seleccionamos la producción de cuatro o cinco meses, y la cosecha de los Goya es anual. Segundo motivo, muchas de las películas de los Goya han ido a Cannes, Venecia, Berlín... Pero es cierto que a veces en los Goya los profesionales, que son los que votan, se dejan influir por los grandes nombres; la profesión no tiene la tendencia a hacer apuestas arriesgadas, que son las que a veces nosotros tenemos la obligación de hacer.