Umberto Eco y Jean-Claude Carrière debaten sobre el futuro del libro tradicional en la era electrónica

Umberto Eco:

Las variaciones en torno al libro no han modificado su función, ni su sintaxis,desde hace más de 500 años. El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado no se puede hacer nada mejor.No se puede hacer una cuchara que sea mejor que la cuchara. Hay diseñadores que intentan mejorar, por ejemplo, el sacacorchos, con resultados muy modestos: la mayoría de ellos no funciona. El libro ha superado sus pruebas y no se ve cómo podríamos hacer nada mejor para desempeñar esa misma función. Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es.

—Con internet hemos vuelto a la era alfabética. Si alguna vez pensamos que habíamos entrado en la civilización de las imágenes, pues bien, el ordenador nos ha vuelto a introducir en la galaxia Gutenberg y todos se ven de nuevo obligados a leer. Para leer es necesario un soporte. Este soporte no puede ser únicamente el ordenador. ¡Pasémonos dos horas leyendo una novela en el ordenador y nuestros ojos se convertirán en dos pelotas de tenis! En casa tengo unas gafas Polaroid queme permiten proteger los ojos de las molestias de una lectura constante en pantalla, pero no es una solución suficiente. Además, el ordenador depende de la electricidad y no te permite leer en la bañera ni tumbado de costado en la cama. El libro es, a fin de cuentas, un instrumento más flexible.

—Es evidente que un juez se llevará a casa con mayor facilidad las veinticinco mil páginas de escritos de un proceso en curso si las guarda en un libro electrónico. En muchos campos, el libro electrónico será cómodo, pero en circunstancias de uso no corrientes. Yo simplemente sigo preguntándome si, incluso con la tecnología más adecuada a las exigencias de la lectura, será de verdad mejor leer Guerra y paz en un libro electrónico. Ya veremos. En cualquier caso, no podremos seguir leyendo a Tolstói y todos los libros impresos en pasta de papel, porque estos ya han empezado a descomponerse.

Jean-Claude Carrière:

—Nunca hemos tenido más necesidad de leer y escribir que en nuestros días. No podemos siquiera usar un ordenador si no sabemos leer y escribir. Y, además, de una forma más compleja que antaño, porque hemos integrado nuevos signos, nuevas claves. Nuestro alfabeto se ha ampliado. Resulta cada vez más difícil aprender a leer. Si nuestros ordenadores pudieran transcribir directamente los que decimos, se produciría un regreso a la oralidad. Claro que esto plantea una nueva cuestión: ¿ Es posible expresarse sin saber leer ni escribir?

—Podríamos tocar el tema de la resistencia de ciertos libros a la destrucción. Ya hemos hablado sobre cómo se portaron los españoles con las culturas amerindias. De esos lenguajes, de esas literaturas, hemos conservado en total tres códices mayas y cuatro códices aztecas. Dos de ellos se encontraron de milagro. Uno, un códice maya, en París, como decía antes; el otro, azteca, en Florencia, por lo que se denomina ´Codex florentinus´. Parece que son libros taimados, testarudos, que quieren sobrevivir por encima de todo e ir a parar algún día ante nuestros ojos.

— En 2008 se le preguntó a un futurólogo sobre los fenómenos que alterarían a la humanidad en los próximos quince años y este propuso que se consideraran esencialmente cuatro, que le parecían seguros. El primero, que un barril, de petróleo costaría 500 dólares. El segundo concernía al agua, destinada a convertirse en un producto de intercambio comercial exactamente como el petróleo. La tercera previsión atañía a África, que en las primeras décadas, según el futurólogo, se convertiría con toda seguridad en una potencia económica. El cuarto fenómeno era la desaparición del libro. A estas alturas, por lo tanto, se trata de saber si la desaparición definitiva del libro, si de verdad llega a producirse, podría entrañar para la humanidad las mismas consecuencias que la penuria programada del agua, por ejemplo, o que la inaccesibilidad del petróleo.

*Estos párrafos están extraídos del libro «Nadie acabará con los libros» (Lumen, 1910), que recoge una serie de diálogos entre el escritor y el dramaturgo, a propósito del futuro de los libros.