El caso de los «falsos positivos» salió a la luz en 2008: miembros del Ejército de Colombia hicieron pasar por guerrilleros muertos en combate a civiles inocentes asesinados. El drama, que afecta a más de 2.000 familias colombianas, compone Silencio en El Paraíso, una cinta dirigida por Colbert García y presentada el domingo dentro de la sección Territorio Latinoamericano del Festival de Cine de Málaga, aunque podrá volver a verse este viernes en el Teatro Albéniz.

¿Cuándo empezaron a salir a la luz los casos de los «falsos positivos?

Precisamente cuando las madres de Soacha los hicieron públicos. Cuando rodamos la película se hablaba de 1.800 casos y ahora se habla de más de 2.200... Es tremendo. ¿Hasta dónde nos ha llevado nuestro conflicto interno para que lleguemos a esto? Esto es lo que me planteo.

¿Habla entonces de una crisis social más allá del combate abierto?

Esto es una consecuencia directa de la guerra, pero claro que hay una crisis social derivada de todo esto. Así lo muestra esta película, como la falta de oportunidad de nuestros jóvenes para conseguir un empleo digno. Si ellos tuvieran acceso a la educación y a un trabajo en condiciones normales, seguro que no tendrían que ir detrás de nadie.

Estamos hablando de crímenes perpetrados por el propio ejército contra jóvenes inocentes, ¿qué conseguían a cambio?

Eso servía exclusivamente para pedir vacaciones, ascensos o simplemente para presentar a la opinión pública que el ejército hacía todo lo posible por combatir a la guerrilla. Es cierto que están muchas veces cerca del pueblo, pero aquí no lo han demostrado.

¿Colombia empieza a ver la luz al final de este túnel?

Yo creo que sí. Los golpes tan fuertes que ha sufrido la guerrilla en los últimos tiempos han provocado un espacio para poder pensar en que se va por buen camino para construir una paz duradera. Dicen que no van a volver a secuestrar, que dentro de sus objetivos fundamentales no está la toma del poder y ahí se nota un cambio de vientos, eso no se había oido jamás en cuarenta años. Siempre hay sorpresas al final, pero creo que estamos empezando a ver una pequeña luz al final del camino.

¿Qué posición tomó el gobierno de Uribe, por entonces presidente, cuándo se empezó a hablar abiertamente de estos asesinatos?

El gobierno de Uribe tomó una posición penosa porque negó unos hechos evidentes. La película se hizo porque hay verdad judicial; si no hubiera habido condenados yo no la habría hecho.

Un atrevimiento por su parte.

Atrevimiento sí, porque es un hecho reciente. En Colombia se necesitaba un cierto tiempo para digerir lo que había ocurrido y yo pensé que era importante mirarnos a los ojos frente a un hecho tan aterrador, frente al horror. Pensé que era urgente hacer esta película y contar esta historia.

¿Se perciben cambios en la industria del cine colombiana?

Sí, hay más movimiento. Se hacen unas 18 ó 20 películas al año y creo que vamos por buen camino.