La cineasta Patricia Ferreira muestra en su original "Los niños salvajes" una encendida defensa de la juventud, y de su derecho a la educación y a que sus padres y profesores se ocupen de ellos, y provoca la reflexión de que todo lo que les pasa es responsabilidad de los mayores.

"A pesar del título -aclara Ferreira- ni los niños son salvajes, ni vienen de familias desestructuradas, ni son delincuentes comunes, ni se drogan: es el término con el que los adultos nos referimos a los adolescentes cuando los vemos actuar por las calles, a lo mejor porque hemos olvidado lo que hemos sido y la necesidad que tuvimos de gritar y decir 'aquí estamos'".

Ferreira, que compite en la sección oficial del XV Festival de cine de Málaga con esta película rodada en catalán y que se estrenará en los cines en julio, fue recibida en la sala de prensa con una ovación tras la accidentada proyección de la cinta que, por motivos técnicos, hubo que interrumpir durante más de una hora.

Acompañada por los actores Marina Comas (Oky), Albert Baró (Gabi), Álex Monner (Álex), Aina Clotet (Julia) y Ana Fernández, la directora ha hecho una encendida defensa de la educación pública, a la vez que revelaba uno de los motivos que le llevaron a rodar la cinta: "Los profesores de instituto hacen un trabajo heroico".

"La película -ha dicho Ferreira en la rueda de prensa- toma partido por los adolescentes, es una defensa absoluta de los jóvenes y una llamada de atención a los adultos".

Escrita a cuatro manos entre la directora y Virginia Yagüe, la obra lleva una intensa tarea de documentación que se nota en las reuniones de los claustros de profesores del instituto donde estudian los protagonistas, tanto como en los "botellones" o los espacios que seleccionan para hacer sus grafiti.

Con una original estructura a base de "flashback", la película introduce un acontecimiento importante que no se explica hasta el último momento, con breves y aclaratorias repeticiones de la historia desde los puntos de vista de sus tres protagonistas, a los que presenta por separado.

Distinta y ágil, gracias a que se rodó casi sin planificación, según explica la directora, que dejó a los actores moverse libremente para poner la cámara justo en el momento de recoger solo lo que interesaba, con todo lo "bonito" del experimento, pero también con "miedo", apunta.

El resultado es un brillante espejo de la realidad de la vida de muchos adolescentes españoles, como "muchos de los que están en los institutos", afirma Monner y ratifica Comas, espléndida en su regreso al cine tras el Goya obtenido por "Pa negre".

La autora de "Sé quién eres" o "El alquimista impaciente" afirma que trabajar con actores jóvenes le ha servido para darse cuenta de que "no hay diferencia" con los adultos en la profesionalidad o la entrega, pero sí en el planteamiento: "Fue como un juego iniciático que me contagió durante el rodaje".

Aunque se centra en la sensación de incomprensión de los jóvenes -"la adolescencia es un momento complicado", dice el quinceañero Baró-, también indaga en la relación de los adolescentes con los padres y en los miedos de estos a "perderlos", y en los problemas económicos de muchas familias para ayudar a sus hijos.

Y como "símbolo" de la crisis, la madre que interpreta Ana Fernández, "el único personaje que toma una decisión cuando ve que se le escapa su hijo", darle lo que no tiene para intentar salvarle. "Una decisión muy sensata", opina la actriz, a la que preocupaba que se diera una imagen "blanda".

"Y nada de lo que hay es blando", dice convencida, ni siquiera el abrazo que le da, agradecido, su "hijo" Álex y que a ella le cuesta aceptar y devolver por falta de costumbre y porque "en una madre se juntan muchas cosas; el enfado, la comprensión, el amor, los problemas...", resume la actriz sevillana de "Solas".