¿Qué es una película valiente y comprometida? ¿Una que habla de lo mal que lo pasan los inmigrantes ilegales y las prostitutas? Para mí, Buscando a Eimish es una película valiente y comprometida, muchísimo: una historia romántica, contada con tal honestidad y ausencia de cinismo que cae en algunos momentos en la sensiblería y lo cursi, en la ausencia de profundidad y en los personajes y conflictos planos, pero el tono general, tan agradable y antiepatante, es digno de saludo.

Ojo, no es que hablemos del Bon Appètit de este año -aquella cinta estaba mucho mejor diseñada y resuelta que ésta-, pero sí de una película que se plantea un objetivo -más o menos interesante; para el que firma estas líneas, no es apasionante, desde luego- y lo persigue con esfuerzo y detalles de cierto talento.

Y lo hace con transparencia e inocencia, con una encomiable atención a los conflictos secundarios -Jan Cornet, qué mirada de tierno loser; la esposa alemana, tan de una pieza- y sin ganas de complicarse la vida más de lo necesario -bueno, Lupo, ese personaje-metáfora infantiloide y sus poemas suponen una costura que sobra más que aporta-.

Así que sin alzar la voz, Buscando a Eimish se sitúa como la segunda mejor película de las proyectadas en la Sección Oficial del Festival de Málaga -la primera sigue siendo, indiscutiblemente, esa estupenda A puerta fría, de Xavi Puebla-. Y llámenme cursi y baboso. No me importa. Allá ustedes con su descreimiento.

Buscando a Eimish

Directora: Ana Rodríguez Ripoll

Reparto: Óscar Jaenada, Manuela Vellés, Emma Suárez, Jan Cornet.