La actriz, primero Mary Francis y después Paca Gabaldón (Barcelona, 1949), repasa una carrera marcada por la época del destape, los éxitos en teatro y su regreso al cine por todo lo alto con Álex de la Iglesia en «La comunidad».

Desde que iba al colegio pensaba en ser artista. ¿De donde le viene esa afición?

Todo viene de mi madre, que era bailarina de ballet clásico español y una gran recitadora de poesía. Por las noches, en lugar de cuentos, me recitaba poesía, y le ponía tanto sentimiento, tanto coraje, que me contagió la vocación de ser actriz.

En España se les da de lado a las actrices una vez que sobrepasan determinada edad... ¿Ha ocurrido lo mismo en su caso?

Es triste, pero es cierto. En España siempre ha predominado la imagen de la actriz joven, pero en los últimos tiempos, esta situación se ha dado con mayor fuerza. No se escriben personajes para mujeres maduras. La única que trabaja es Meryl Streep, que lo hace todo.

Finales de los años 60 y principios de los 70 son para usted de un trabajo ingente, con la participación en multitud de títulos. ¿Qué recuerda de esos rodajes?

Visto con perspectiva, pienso que no tuve capacidad para dirigir mi carrera. Estaba aún muy inmadura, y se me presentaron una avalancha de ofertas. Pensaba que debía aprovecharlo todo y que me vendría bien para aprender, pero ahora, en la distancia, pienso que no lo hice bien. Lo que ocurre es que el cine que se hacía era la comedia del momento: Pedro Masó, Pedro Lazaga, Mariano Ozores, Julio Buchs, que es el que veían los españoles en la época. Pero no hay que olvidar que, formando parte de esa etapa, estaban los grandes actores, que sí que han sido reconocidos: los Alfredo Landa, López Vázquez, Fernán Gómez€, a todos ellos se les concedió después la oportunidad de hacer un tipo de cine de más calidad.

Y demostraron que son o eran grandes actores.

Exactamente, pero en cambio, las actrices, aquellos rostros bonitos de entonces, que éramos muchísimos, no hacíamos personajes de carne y hueso, éramos un tanto artificiales. Se trataba de estar muy guapa, con muchas pestañas postizas, muchas pelucas, y ofrecer la imagen que se quería dar entonces de la mujer: sumisa, sujeta a la iniciativa masculina. Era un rol del que yo ya abominaba entonces, pero no nos quedaba otra.

En 1977 desaparece Mary Francis, su nombre artístico, justo cuando estaba en la ola de la popularidad, y aparece Paca Gabaldón ¿por qué?

Estaba harta de esa sofisticación que conllevaba el nombre de Mary Francis. Yo soy María Francisca, y cuando estaba en Hispanoamérica aquello sonaba normal, pero en España sonaba cursi. Era un tránsito de una etapa que yo quería superar a otra en la que quería ser más dueña de mis decisiones.

Fue una de las protagonistas de aquella época del cine del destape. ¿Cómo lo recuerda hoy?

A mí siempre me ha molestado mucho aquello del destape, aunque es cierto que supuso un auténtico boom que arrastró a mucha gente que no tenía nada que ver con aquella imagen frívola que se daba. Todo el cine que se hacía en aquellos momentos en España incluía alguna escena en la que se enseñaban los pechos o un desnudo integral.

¿Qué ha faltado en su carrera?

Tengo una espina clavada: que casi siempre que he intervenido en una película de alta calidad, mis participaciones han sido una especie de visto y no visto, no he tenido nunca un papel importante en una película importante, una de esas interpretaciones que sabes que van a perdurar.

Es una persona muy comprometida. Ha apoyado movimientos muy reivindicativos por la igualdad de la mujer, por el Sáhara, a favor del pueblo Palestino y muchas otras

La situación en la que se encuentra el Pueblo Palestino me hiere profundamente el corazón. Junto a otras actrices, como María Luisa San José, he estado allí intentando apoyar sus reivindicaciones, y también en Siria, en Guatemala, en las luchas de la mujer y de los pueblos oprimidos. Creo que los que tenemos cierto nombre o popularidad debemos apoyar estas causas y hacerlas más visibles en la medida de nuestras posibilidades.

¿Es difícil, con la crisis de hoy en día, conseguir un buen papel?

Lo difícil es dar con un personaje para personas de mi edad, porque para los jóvenes hay muchísimo trabajo. Por eso este nuevo papel para mí [en la obra de teatro sobre la obra escrita por Agatha Christie Testigo de Cargo] es como si empezara de nuevo, porque el listón, con el recuerdo de Marlene Dietrich, está muy alto, y eso te rejuvenece.

¿Que recomendaría a las actrices que comienzan ahora?

Que pongan a diario a prueba su vocación y que tengan la cabeza bien amueblada, porque he visto caer a tanta gente estos años que da qué pensar. Ésta es una carrera muy larga en la que se aprende cada día y se han de pisar kilómetros de escenarios para ir aprendiendo.