La voz de Maribel Quiñones -Martirio cuando se pone el moño, la peineta y las gafas- transmite paz al otro lado del teléfono, aunque ella, autoexigente hasta el límite, asegura que le es muy difícil estar tranquila. Es una de las grandes voces de nuestro país.

Está de gira con el espectáculo con el que celebró sus 25 años sobre los escenarios, pero ya va camino de los 30... ¿No ha escarmentado aún?

[Ríe] Bueno, viviendo por y para la música llevo más de treinta años, pero como Martirio, desde el 84... Hago un repaso de algunas canciones y también dedico una parte a El aire que te rodea, que es un disco de poesía iberoamericana con música del compositor cubano José María Vitier. La mezcla de poesía y música es una maravilla.

Repasar las canciones de 25 años es también recordar muchos momentos. ¿Siente nostalgia?

No. Siento mucha satisfacción de tener todo este repertorio detrás, canciones que incluso ahora se entienden mejor, y de seguir teniendo ganas de todo, de investigar... La ilusión y las ganas siguen intactas.

Dice que algunos temas se entienden mejor... ¿Era demasiado moderna para según qué época?

Pues no lo sé, pero lo que está claro es que hay canciones que ahora se pueden cantar perfectamente... Madurito interesante, por ejemplo, es de 1986 y la historia sigue totalmente vigente, igual que La noche es guy. Y hay mujeres que siguen estando malas al acostarse [Ríe]. Las canciones han pasado bien el filtro del tiempo, aunque ahora las canto con arreglos nuevos.

¿De qué cualidad de Martirio no ha logrado aún contagiarse Maribel en estos años?

Hay cualidades y defectos tanto en una como en la otra, aunque Maribel es la que trabaja detrás para que Martirio salga al escenario. Son dos personalidades distintas, cada una con su bolsita a cuestas, pero iguales también, porque con ponerme un moño y unas gafas ya soy Martirio; cuando estoy baja de ánimo y necesito el cariño de la gente solo tengo que hacer eso y salir a la calle. Me gusta esa dualidad.

Martirio lleva gafas... ¿De qué color son los ojos de Maribel?

Garzos... Un tono verde miel.

¿Se ríe (en el buen sentido) de los grupos jóvenes que llegan con sus fusiones de flamenco y pop y creen que han descubierto algo?

Nunca me río de nadie... Pero yo tengo mucha memoria y no se me olvida de quién he aprendido. Nada es de nadie, todo es del aire, pero hay que ser muy riguroso en estas cosas. Y he de decir que me hace mucha ilusión cuando la gente me dice que le he abierto un camino. En cualquier caso, la fusión es algo inevitable. La cantidad de medios que hay hace que te impregnes de otras músicas, pero siempre hay que fusionar desde un conocimiento grande.

¿Hemos despojado al fin a la copla de toda ideología política, de todos los prejuicios?

Absolutamente. La copla es un tesoro de la música popular española. Algunas canciones no han soportado bien el paso del tiempo, pero hay un repertorio fantástico.

Dice que este espectáculo, que es más intimista, el público lo vive casi como un rito... Y que a más rito, más reto. ¿Necesita los retos?

Siempre he necesitado los retos, meterme en paisajes que no son familiares o conocidos. Se trata de buscar cosas y sitios en los que me encuentre bien. Aquí, el piano y la guitarra se conjuntan bien, con naturalidad, belleza y una honestidad grandiosa que hace que pueda desgranar las canciones y poemas con tranquilidad.

¿Echa en falta más honestidad en la música? ¿En la sociedad, en general?

Claro que falta honestidad. Y hay que ir de verdad hagas lo que hagas, siempre. Tenemos que ser valientes para sentir y para afrontar esos sentimientos.

La ironía y el humor son una constante en sus conciertos, siempre apela al «drama sin excesos».

Tengo verdadera reverencia por el sentido del humor, me ha salvado de muchas situaciones a lo largo de mi vida. Y es algo que no puedo evitar, en los conciertos me gusta poner a la gente en situación y en las explicaciones me explayo, no tengo vergüenza y me río mucho de mí misma. Además, cuando a alguien le ha llegado un rayo de ironía está más dispuesto a que le entren las canciones, a disfrutar.

Buena filosofía para estos momentos la del humor...

Yo reivindico la alegría y la ilusión como patrimonio de la humanidad. Hay que ser lo más feliz que se pueda, a pesar del momento.

¿Y qué le pone mala a Martirio?, ¿cuándo no puede con su cuerpo?

Cuando siento incomprensión me duele mucho. Yo tengo un baremo muy exigente de mí misma, y me es muy difícil estar tranquila. Tengo siempre muchas preocupaciones. Por eso me gusta que me digan que transmito paz, con lo nerviosa que yo soy. Y luego, claro, me pone mala que estén pagando la crisis los que menos tienen y que estemos retrocediendo a unos niveles sociales inaceptables. Pero nos quedan las reivindicaciones, el arte, las personas que luchan...

Para los artistas consagrados la crisis es ya igual de dura, ¿no?

Los artistas que empiezan lo tienen muy difícil, pero yo tampoco sé cómo voy a grabar un disco, cómo voy a pagar a los músicos... Nunca he conocido un momento tan difícil como este. No nos ayudan nada y parece que un día vamos a tener que pagar por cantar.