­Habla mucho, deprisa. Y es capaz de contar su nueva novela de una forma tan apasionada que crea la necesidad de ir corriendo a una librería para comprarla. Vive en Alicante, de forma muy discreta, «porque mi base está aquí, vuelvo cuando necesito hogar», aunque pasa temporadas fuera. Dejó el periodismo para ser administrativo en un hospital y así poder escribir. Y desde 1999 solo escribe y van ya diez novelas.

Dicen que La conjura de Cortés es la vuelta de Matilde Asensi a su esencia. ¿Cuál es?

Pues no sé. Quizá es la novela más aventurera de la trilogía, si es que se refieren a eso. Catalina Solís tenía que evolucionar. Ya no era la chica de 16 añitos que parecía una tabla y podía pasar por chico. Ahora es una mujer que no puede disimularlo, tiene pecho y caderas. Y eso ya me iba dando más tramas para el personaje. Además me fueron apareciendo unos temas fantásticos durante la documentación y otros que tenía guardados, y como era el final de la trilogía pues lo volqué todo ahí.

¿Qué le hace distinta a otros colegas que escriben también novela histórica?

No sé. No hay una fórmula de éxito. Si hubiera una fórmula estarían ya 300.000 escritores aplicándola o las editoriales hubieran puesto a 25 negros ahí a producir. Pero es verdad que tú cuando estás leyendo detectas si un escritor te engaña o no. Como lectora lo noto y creo que eso no lo pueden decir de mí. Primero, porque respeto un montón a los lectores que son los únicos que me han traído hasta aquí y segundo, porque procuro ser honesta. Creo que la gente que se gasta el dinero para leerme, más ahora en crisis, se merece todo mi respeto.

¿Cree que el lector es capaz de diferenciar entre la literatura bien hecha y los oportunistas del género?

No dudes ni por un momento que el lector es inteligente. Le engañas una vez pero dos no. Aunque no es verdad que sea una moda de los últimos años, lo que ocurre es que en España aparece hace algunos años. Aquí durante mucho tiempo hemos tenido una literatura, igual que un cine, tirando a cutre, en el sentido de que era todo tan exquisito y tan selecto que estaba pensado para minorías y la inmensa mayoría del pueblo quedaba fuera de la literatura y el cine. Aquí escribir género era incluso vergonzoso. Pero de repente aparece Arturo (Pérez-Reverte) en los 80, luego yo en los 90 y el lector se da cuenta de que puede disfrutar leyendo, y no solo reflexionar sobre el bien y el mal o sobre la guerra civil.

Lo que pasa es que han salido muchos autores en este género buscando el éxito fácil.

Lo que ha habido últimamente es un poco de boom, pero imagino que es el efecto imitación, que es normal. Me parece bien porque de todo eso saldrá alguien bueno, la selección natural hará que quien valga se mantenga y quien no, no.

Le gusta a usted y parece que también a los 20 millones de lectores de sus libros.

Esa es la inmensa suerte que tengo, que lo que me gusta a mí también le gusta a mis lectores. Hay muchos que no me leen y no les gusto, pues perfecto.

Lo que vende mucho no tiene calidad y lo que la tiene se vende para minorías. Desmonte esa reflexión.

Eso va muriendo. La base es la gente. En 1999, cuando saqué El salón de ámbar, teníamos una población lectora del 4%, éramos el país europeo con el índice de lectura más baja. Y en doce años estamos en el 56%. Alucina. Es brutal. Eso se debe a que el nivel cultural de la población ha crecido y a que, por alguna casualidad del azar, hemos salido, además todos procedentes del mundo del periodismo, una serie de escritores que hemos ofrecido esa literatura que la gente estaba demandando.

¿Son los propios lectores los que mandan ahora?

Claro. La gente ya no se lee una crítica literaria para ver si se compra un libro. Entra en internet, mira los foros, se fía más de los lectores. Es el boca-oreja. Internet es un altavoz gigantesco. Allí puedes encontrar comentarios de todo tipo de libros.

En esta trilogía usted indaga en el Siglo de Oro y el descubrimiento de América, y ofrece una visión contraria a la demonización de los españoles.

Los dos mitos más grandes y asentados a este y al otro lado del Atlántico son que los españoles les robamos todo a los latinoamericanos y están así por nosotros, y que hicimos una masacre y acabamos con los indígenas. Pero tiene otra lectura. El pueblo español no vio ni un doblón de oro, no disfrutó de esas riquezas, era un pueblo miserable, era la época de la picaresca. Estábamos manteniendo todas las guerras de Europa. Teníamos un imperio donde no se ponía el sol, llegaban unas riquezas brutales, teníamos una corte, la de los Austria, que siempre estaba de fiesta y jolgorio, y eso eran unos gastos brutales. El rey se pasaba todo el tiempo en los toros o de caza... ¿Cómo se mantenía eso? Pues con préstamos que se pedían a los banqueros europeos, alemanes y estábamos endeudados con los alemanes hasta las pestañas...

Todo eso me suena.

¿Verdad? ¿Te cuento más? Llegaban los baúles llenos de oro, pero se produce la cuarta bancarrota en España, porque ese dinero iba destinado a pagar los intereses a los alemanes. Cuando fui leyendo e investigando iba de alucine en alucine, no daba crédito a lo que leía, pero eso está en los libros de historia. Mientras, España se moría de hambre porque no se invertía nada. Y en cuanto al mito de las masacres, es verdad que en toda ocupación siempre hay psicópatas, pero que hiciéramos todo eso... me chirría. No me cuadraba que fuéramos tan brutos, porque los españoles podemos ser muy bravos, en aquella época, ahora menos porque se nos están bajando los humos a recorte forzado, pero no somos gente cruel.

Da un poco de miedo que haya tanto paralelismo entre el Siglo de Oro y la actualidad.

La pena es que después de cuatro siglos seguimos teniendo unos malísimos gobernantes. Yo no soy de ningún partido político porque para mí son sectas religiosas. Paso de partidos políticos, paso de sectas políticas y paso de creencias divinas imbuidas a nivel político. Lo que me da pena es que tengamos una clase política de tan poca talla, tan mediocre, tan mala... que no nos esté ayudando a sacar lo que podríamos ser. Al contrario. Que empiezan a llegar fondos europeos, pues venga esto es fiesta. Pues no, invierte que esto no va a durar para siempre. Solo ladrillo y turismo. Invierte en cultura, en industria, en tecnología... Mientras, duplicamos administraciones, derrochamos, lo mismo que entonces. De 1600 a 2012, quiebras, deudas con los banqueros alemanes, gobernantes mediocres, reyes que estaban todo el día cazando y tenían validos que se lo llevaban puesto, igual que ahora. ¿Ha cambiado algo hoy? Pues, no. No tenemos una clase gobernante digna de lo que ya por fin creo que nos merecemos.

¿A dónde nos llevan los recortes?

Nos obligan a hacerlo porque tenemos una deuda enorme. Claro que también forma parte de que los mercados nos quieren hundir, de que alguien se está enriqueciendo. Yo no creo que esto tenga buena salida, pero si alguna esperanza tenemos ahora no es confiar en nuestros gobiernos ni en nuestros estados.