En lo musical, esta semana, que palidece ante la inexorabilidad de su desaparición inmortal, como el trayecto del atribulado Sísifo, ha sido intensa, cosida con alegrías por recoger, soportada por abrazos anticipados, presencias que abrirán ventanas para que el humo de red de nuestro acontecer se diluya entre el mar del viento. Sobre el resto de las piezas que conforman nuestra realidad mejor ni hablamos. Esta semana la palabra no va a pararse a negociar significados con miserables. Esta interferencia no merece ser ensuciada con desidias de sabor a café improvisado para la rutina; esta interferencia se ha propuesto morder el corazón.

Esas alegrías por recoger tienen nombre propio. David Bowie, siempre al margen de lo que se guisa en la saturada cocina de la escena musical, anunció nuevo álbum de estudio, The next day, en el momento adecuado, cuando los agoreros de mirada sin ojos y manos de ramas secas lo daban por muerto. Bowie no está para apuntalar frustraciones ni fracasos; está para enseñar cómo se debe hacer música. Cómo hay que sentirla. Producido por el gran Tony Visconti, responsable de muchos de los éxitos del británico, The next day se presenta en sociedad gracias a la publicación de Where are we know?, canción de corta distancia, desnuda, cálida y evocadora, sin grandes pretensiones. Ahí su grandeza. Corte que recupera la obsesión personal que Bowie inaugurara en Hours (1999), esa reflexión de pelaje introspectivo sobre el paso del tiempo y la memoria en el hombre y artista que es. Sin duda, uno de los acontecimientos musicales del año.

Por esas deliciosas casualidades que tiene el galope de la vida, la otra alegría viene de la mano del que será el sexto álbum de estudio de los también británicos Suede, Bloodsports. A pesar de que el sencillo oficial será It starts and ends with you, la banda liderada por Brett Anderson, cuya carrera en solitario estaba adquiriendo una envergadura contundente, ha ofrecido vía descarga gratuita, y a través de su página web, una de las diez canciones que formarán parte de esta nueva entrega, Barriers. A tenor de la información que se va adelantando, todo apunta a que ambos trabajos tendrán mucho de ruido, de eléctrico, de ese sabor añejo que se acumula en el paladar depurado por la mirada de quien está en el mundo asumiendo las consecuencias de sus actos. A su vez, la memoria se presenta como otra de las grandes armas que ambos artistas, Bowie y Anderson, dos músicos que no han cedido ni un milímetro de talento a la prostitución sonora, que se han mantenido firmes en sus concepciones musicales, han empleado para la creación de estos dos nuevos artefactos musicales. Todo señala a que quebrarán la realidad musical -ojalá la otra, la real, fuera tan fácil de abrir en canal- a golpe de lo que los ha hecho grandes.