¿Preparado para la frase: «Oh, no, ¡otra novela sobre la Guerra Civil!»?

Es que no es una novela sobre la Guerra Civil. Aparece este conflicto, claro, pero a ojos de un chico de diecisiete años; no diría que es una novela sobre eso. En El trapero del tiempo hay, podemos decir, varias novelas, tres o cuatro, que van confluyendo en un final común. Debo decir, como lector, que de todas maneras creo que no está escrita la gran novela sobre la guerra, y lo mismo me ocurre con el cine: se supone que el cine español sólo trata de ello, y tampoco creo que haya una película buena sobre un conflicto tan importante, que nos horroriza y fascina a partes iguales. Han pasado ochenta años y aún no sabemos bien lo que fue.

Ejerce como farmacéutico en Coín pero siempre ha practicado otras pasiones, la lectura voraz y la investigación histórica, que ahora conjuga en «El trapero del tiempo» (Almuzara), una ambiciosa novela que, a través de personajes fabulados y otros reales, se adentra en las corruptelas que acontecieron en España durante el tardofranquismo, hasta bien entrados los años 90, y que prologaron el pernicioso «boom» inmobiliario de la Costa.

¿De qué diría que trata su novela El trapero del tiempo?

Yo quería contar la historia de dos personajes a lo largo de un siglo tan complejo y convulso como el XX, y cómo el azar y la voluntad los sitúan a ambos en el mismo lugar geográfico pero en las antípodas con respecto a la catadura moral. Quería novelar la vida de un joven español y un joven alemán, nacidos a principios de siglo, y cómo sus vidas se ven afectadas por el curso de acontecimientos tan importantes como la guerra uno y el ascenso y caída del nazismo el otro. Explorar cómo esos personajes pueden llevar una vida normal después de haber vivido tragedias tan importantes en sus primeros años, habiendo hecho los dos absolutas barbaridades con tal de sobrevivir en un mundo hostil, de escapar al peso de la Historia. Para tirar del hilo y unir esas y otras historias me sirvo de la decadencia de la dictadura y su corrupción generalizada al socaire del boom urbanístico de las Costa.

¿Se sentaron entonces, en el último franquismo, las bases de nuestro desastre contemporáneo?

El franquismo comenzó a pudrirse y ellos, los prebostes, sabían que con la muerte de Franco se iba todo al carajo. Quisieron hacerse ricos antes de que la democracia, incluso los aperturistas del régimen, les arrebataran lo que habían ganado con las armas, que, según ellos, era España entera. Comenzaron a jugar muy sucio con el suelo protegido, los inversores (Sofico), las comisiones a concejales y alcaldes, las cajas de ahorro, etc etc. A veces parece que toda esta pocilga de ladrillo y dinero empezó en la operación Malaya, solo que ahora nos enteramos de todo y antes no sabíamos nada.

He leído en alguna reseña que de alguna manera su profesión ha impulsado esta novela, ya que habitual oye historias de los muchos abuelos que se acercan a su establecimiento.

Es posible. Soy farmacéutico de pueblo, y me paso la vida atendiendo y escuchando a personas mayores y a enfermos. Eso da una madurez y una lucidez tremendas que no dan otras profesiones en las que no se palpa la vida tan en directo. Yo procuro aprender mucho de los mayores, de la experiencia de los que han vivido épocas anteriores; siempre, por supuesto, peores que la que estamos viviendo. Mi profesión no ha impulsado la novela exactamente, pero sí me ha dado la lucidez necesaria para narrar la relación de un joven y una persona sexagenaria, el personaje principal de la novela, Gregorio Adames. La novela la han inspirado algunas personas que ya murieron, una en particular, cuyo ejemplo vital ha sido siempre para mí una referencia.

Supongo que el proceso mismo de la documentación y la investigación para escribir El trapero del tiempo daría para otra novela en sí misma. ¿Fue tan exhaustivo como parece?

Muchísimas. Descubrí la presencia en Málaga, muy cerca de donde yo vivo, de jerarcas nazis que se ocultaban hasta hace relativamente poco bajo pseudónimos e identidades que algunos prebostes franquistas les procuraban. Se debían favores de los tiempos de la Guerra Mundial, División Azul, la reunión de Hendaya€Me sorprendió, aunque no tanto, saber de primera mano que el Régimen, en determinadas zonas costeras, estaba completamente podrido por la corrupción del ladrillo. Hubo casos muy conocidos como el de Sofico, pero ese era uno de tantos. En el Franquismo la corrupción no era excepcional, era la norma.

Es una novela ambiciosa por la variedad de géneros, la mezcla de personajes fabulados y reales, varios enclaves y conflictos contextualizadores, para un debutante. ¿No le tiene usted miedo a nada?

Es posible que tenga razón, he podido ser demasiado ambicioso, pero un siglo como el XX, tan complejo y difícil, merecía al menos intentarlo. Los personajes principales están inspirados en la realidad, nacieron en mi cabeza, pero sí he procurado mezclarlos con otros muy interesantes y que sí existieron: Serrano Suñer, Negrín, Marañón€se entrecruzan con un enigmático experto en moluscos llamado Adames que llega a la Marsella de finales de los Setenta y con las vidas de Roberto Quiles, médico malagueño y Albert Kummer, funcionario alemán con un pasado que le persigue€

Me resulta curioso su blog, Crónica de una novela, que enriquece y amplía lo relatado en la novela, con notas al pie, sus impresiones sobre el mercado editorial, etc. ¿Cómo lo concibió y qué pretende?

Soy un admirador y un firme defensor de la Novela, sobre todo de la novela de asunto, un género al que algunos llevan matando prácticamente desde que nació en el siglo XVII con El Quijote. La inmensa biblioteca de mi padre me hizo un lector contumaz y de ahí pasé a intentar escribir una yo. Y digo intentar porque, además de no disponer de mucho tiempo para ello, soy de ciencias, y ha sido todo un reto estar dos años sumergido en un proyecto que nunca supe si sería una realidad. En el blog quiero verter mi documentación, mis opiniones, mis lecturas, mis referentes y mis pasiones. Aprovecho, podemos decir, las redes sociales para hacer partícipe a la gente de un proyecto que me apasiona.

@victoragom