Trabajo número 1.

«Dijiste que estaría para el jueves». Blas, el técnico, mantenía la mirada baja exhalando un eterno suspiro.

«Eso dije. Jueves. Pero no dije a qué hora». Mi monitor Peavey yacía en el suelo, la carcasa vacía, el altavoz en una mesa de trabajo, los cables desperdigados: «Sólo queda ensamblarlo». Me mordí los carrillos y esperé. Una hora era el tiempo de que disponía para llegar al bar, montar el equipo y dejarlo todo listo para el concierto.

En la radio sonaba Procol Harum. Seguí los acordes con la guitarra Atlas de Blas. Justo una hora después, el monitor estaba listo. Lo cargué a toda prisa mientras el técnico repetía una disculpa.

Trabajo número 2.

Llego tarde. Subo el coche a la acera. A esa hora el bar ya está lleno. Dirijo una mirada fulminante a los músicos de la banda, que comienzan a ayudar con la descarga. No hay escenario. El Bachiano órgano de A whiter shade of pale suena por los altavoces. Instalo el sonido abriéndome paso entre la muchedumbre a codazos. Lanzo líneas de cable. Alguien pisa el de la columna izquierda, decapitándolo. El batería ha desaparecido. Explica por el móvil que ha ido a «comprar pañales». Dado que, eufemísticamente hablando, el tipo es un soltero empedernido, deduzco que se trata de una respuesta en clave.

Trabajo número 3.

He de mantener la concentración y recordar que la actuación en sí es lo más importante. Demasiadas distracciones. Cierta noche a mitad de concierto, durante un heroico solo del guitarrista, me sorprendí a mí mismo pensando en la lista de la compra.

Trabajo número 4.

A las tres y media de la mañana acaba el segundo bis. Cárgalo todo. Algunos músicos se escabullen. Tras cobrar, sostengo la mirada inquisidora de la banda. Reparto dinero como un tahúr somnoliento.

Trabajo número 5.

A las seis y media suena el despertador. Una hora después estoy en la oficina, dos horas de sueño en el cuerpo. Llama el bajista. Necesita su parte del dinero («de haberte esperado anoche lo tendrías ya»). Su ex le ha vuelto a denunciar por impagos. Me escapo del curro y le hago un ingreso. Espero no tener que ir otra vez a buscarlo al juzgado de guardia. Al volver del banco, me sobreviene una extraña desorientación: Hace un año, tocamos cerca de mi trabajo. El jefe me dio permiso para dejar el equipo en el almacén. A la mañana siguiente, había dos espacios iguales, puerta con puerta, cada uno albergando una mitad de mi vida. Instrumentos. Papeles. Tuve que sentarme en el suelo a respirar.

Trabajo número 6.

El batería de sesión que graba nuestro disco me dice: «si quieres ser músico búscate un buen trabajo». El mío solía serlo. Ahora es sólo una jornada reducida con un sueldo reducido. Las clases particulares de guitarra apenas son un torniquete en una herida abierta€

Trabajo número 7.

Escribir una canción€

€ A ver si mañana hay más suerte.

Trabajo número 8.

Por la noche, mi organismo me pide descansar. Quedarme frito delante de la tele viendo Homeland. Lo que hago es encender el ocho pistas y trabajar las canciones del nuevo disco.

Trabajo número 9.

Hace calor en el estudio. Ojeo el New Musical Express mientras el técnico (su tarjeta pone «productor musical» pero estoy seguro de que no sabe lo que significa) ajusta niveles. NME publica una encuesta que afirma que el ochenta y cinco por ciento de las bandas británicas independientes preferirían estar en una gran discográfica€

Trabajo número 10.

Ensayo. El teclista se ha traído a su novia. Después de cuatro horas dándole vueltas a la misma canción, mientras recojo, ella le dice, casi al oído «no vuelvo a venir más».

Trabajo número11.

Dormir me cuesta, es un trabajo forzado. Me asaltan sueños extraños en los que me conceden la medalla al mérito en el trabajo. El mismísimo Hércules baja del Olimpo para felicitarme. No veas cómo aprieta la mano al estrecharla. «No entiendo por qué», digo, tratando de hacerme oír entre los aplausos: «No, en serio», grito: «si ni siquiera es un trabajo de verdad».

Trabajo número 12

Me despierta la radio, Gary Broker canta «nos saltamos el ligero fandango pero la gente pedía más». Como al mánager de los Commitments, ojalá alguien me explicara qué significa eso. La comprensión es la más ardua de las tareas.