No soy muy fan de Jordi Évole, aka El Follonero. Su Salvados me parece un programa encomiable desde el punto de vista técnico, a veces entrega una información valiosa pero todo parece dirigido hacia un mensaje algo populista, que conduce las culpas y responsabilidades hacia sectores muy concretos -la política, la banca-, eximiendo a los ciudadanos de sus obligaciones como sociedad observadora, vigilante, cuando no cómplice -sí, el ande yo caliente, ríase la gente como lema moral durante décadas- de muchos de los desmanes cometidos. O sea, es un programa de fácil digestión que, por tanto, conecta con las masas preocupadas porque su visionado es cómodo.

Sabrán que Évole estuvo el otro día en La Térmica, el contenedor cultural multiusos de la Diputación de Málaga, ofreciendo una charla sobre la pesada actualidad de nuestros días. No me sorprendió que sus análisis y recetas fueran más producto del lugar común que del sentido común; tampoco que, con el presidente el ente supramunicipal, Elías Bendodo, se reafirmara en la tesis de uno de los programas a la pregunta de nuestro Jesús Zotano: básicamente, que si tuviera que suprimir una institución en nuestro país borraría del mapa a las diputaciones. Las reacciones a las frases, las esperadas: unos alabaron la coherencia y el supuesto coraje del Follonero, que no se deja amilanar por los políticos cuyas tropelías denuncia; otros, en cambio, se rasgaron las vestiduras por el hipotético cinismo del periodista, que con el dedo índice de una mano señala a los culpables y con la otra extremidad recoge billetes de euros. A los primeros les diría que está muy trillado ya el argumento -o sea, que se ha convertido en excusa- de vamos a dinamitar el sistema desde dentro, porque, la verdad, no conozco a nadie que haya cambiado las cosas desde el mainstream, asumiendo sus presupuestos. A los segundos les preguntaría si ellos, en sus vidas personales y profesionales, tienen tan altos estándares morales como los que les exigen a los demás.

El caso es que, poco a poco, gota a gota, van calando las críticas hacia el presentador de laSexta. ¿Se acuerdan de aquella denuncia en las redes sociales en las que responsables del programa buscaban becarios pero sin ofrecerles remuneración alguna? Desde el programa se escudaron en que era un convenio con una universidad que, al parecer, nunca contempla emolumentos, pero rápidamente eliminar onla oferta de trabajo. Tocado. Ahora, Évole ha tenido suerte de que el revuelillo sobre su charla se haya producido en Málaga -ya sabemos, somos provincias-, pero si la conferencia se hubiera realizado en Madrid, donde al señor algunos le tienen muchas ganas... En fin, que a Évole no le auguro mucho futuro en esto: nuestro país construye y destruye ídolos a una velocidad vertiginosa. Y me temo que la sociedad de la que quiso ser portavoz sencillo y humilde va a terminar destruyéndolo. Como a todos.