Regina López, Esther Cruz, Julia Osuna y Laura Salas son Las Cuatro de Syldavia, un grupo de intrépidas traductoras convencidas de que la unión hace la fuerza y de que el cómic no es un arte menor. ¿Han leído novelas gráficas como La infancia de Alan? ¿O A comer y a beber? ¿Y La teoría del arte versus la señora Goldgruber? Pues gracias a estas chicas no tuvieron que aprender francés ni inglés para poder hacerlo.

Estas jóvenes que estudiaron Traducción e Interpretación en la UMA -tres viven en Málaga; otra, en Atenas: no problem, gracias a Skype- tienen un objetivo claro: «Conquistar el mundo de la traducción de cómic». «Si no emprendes una misión con las perspectivas de lograrla y con la máxima ambición, es probable que no llegues a conseguirlo. De cualquier forma, esa ambición de conquistar el mundo del cómic se reduce en realidad a intentar hacernos un hueco entre los muchos profesionales que existen ya en el sector», nos dicen.

Cada una tiene un importante currículum pero fundaron el colectivo con una idea meridiana: «Al trabajar en grupo ofrecemos mayor disponibilidad de la que posiblemente tendría un único profesional, además de un abanico de lenguas muy amplio -inglés, francés, alemán, griego moderno, italiano y portugués-, la posibilidad de ajustarnos a plazos de entrega más breves...».

Porque, ojo, si la traducción es una labor exhaustiva, dolorosamente precisa, la especializada en cómics tiene unos condicionantes extra decisivos: «La principal diferencia entre la traducción de cómics y el resto de traducciones es la existencia de unas imágenes y de un espacio cerrado que limita el texto, es decir, los bocadillos de las viñetas. Al contrario que en otro tipo de obras literarias o documentos técnicos, a la hora de abordar un cómic tienes que adaptar tu texto a unas imágenes y a un espacio limitado».

Y otro punto atractivo para Las Cuatro de Syldavia: «En este tipo de obras suelen entremezclarse onomatopeyas con citas literarias, juegos de palabras, humor, jerga, reflexiones filosóficas e imágenes. Y todo ello expresado de manera concisa, sutil. Eso supone una serie de retos de traducción muy interesantes».

Cuentan que su trabajo es «solitario, autónomo y con poco contacto personal». Quieren cambiarlo: «Valoramos mucho conocer a las personas con las que trabajamos y con las que queremos trabajar, para entablar relaciones de confianza mutua, que vayan más allá del mero intercambio de correos electrónicos o llamadas».

Invisible

También aseguran que la traducción sigue siendo una tarea invisible, escasamente apreciada: «Ha habido progresos, pero queda mucho por hacer. No es una cuestión de vanidad, nuestro trabajo es crucial para el producto editorial final. Uno de los principales problemas es que el nombre de los traductores sigue sin aparecer en un lugar destacado. Hay que seguir trabajando para que los lectores sean conscientes de que los traductores trabajamos como intermediarios, somos responsables del texto que están leyendo y, por tanto, es importante que nos conozcan, para que así puedan usarnos además como filtros de calidad, al igual que se recurre a ciertas editoriales o autores en ese sentido».

Pero lo cierto es que en algunos aspectos pueden darse con un canto en los dientes; por ejemplo, la fidelidad del público comiquero es bien conocida y, por tanto, las ventas no se han visto tan reducidas como en otros ámbitos. «Sí han bajado las tarifas y reducidas las facturas a causa de las subidas de impuestos. Pero aún no hemos notado una reducción considerable en el volumen de trabajo. Creemos que esto puede deberse a que la novela gráfica y el cómic siguen teniendo el mismo mercado que tenían, los mismos lectores, ya que no era un género masivo y ha mantenido a un público constante».

@victoragom