Un dedo tembloroso activó el arranque de la vetusta Monopol Minerva. Dio un paso atrás, escuchando el ronroneo del artefacto con los brazos colgando dentro de la desgastada bata.

-Parece que funciona, ¿Eh? Oh, disculpe si le he sobresaltado. Soy...

-Sé quién es usted -dijo el operario- Adán Adalid, recién elegido presidente de la Diputación.

Adalid dejó escapar una sonrisa:

-Me alegra saber que es usted capaz de manejar este engendro...

-Bueno, he seguido un cursillo de seis meses y...

-La inteligencia no se aprende, señor...

-Prados.

Adalid enarcó una ceja.

-Vaya, un apellido interesante. ¿Alguna relación con...?

El operario se encajó de hombros:

-Me llamaron del desempleo...

-Cierto, no se apure. Nos preocupa que se contamine el Nuevo Orden Social. Si hemos acabado con los bancos, el dinero, las empresas, no iríamos bien si adoptáramos el nepotismo como bandera, seguro que lo entiende.

Un silencio, escuchando el hipnótico zumbido en la sala.

-Altolaguirre- dijo el operario- escribió que esta imprenta tenía forma de barco, salvavidas y todo.

-Hum.. ¿Eso dijo? Bueno, yo diría que este trasto tiene forma de trasto. Si de mí dependiera, ya estaría en el desguace. Yo soy partidario de la modernidad sin ambages. La revolución es ahora. Pero, qué le voy a contar, los idealistas son los nuevos super-héroes. En fin, le dejo. Siga con lo suyo.

Camino a casa, el atardecer se refleja en el parabrisas del autobús. El cielo riela en el horizonte. Los pasajeros conversan, animados; sólo dos días antes el Presidente Benefactor anunciaba la consecución del pleno empleo. Su rostro sonriente se repetía una y otra vez en los carteles, una película de dibujos animados de un sólo fotograma.

Los niños duermen. Su esposa acaba de regresar de la fábrica de productos repetidos. Un beso, apenas rozando su escurridiza mejilla.

Al vaciar los bolsillos, entre las llaves y el carnet de ciudadano responsable, encuentra un papel arrugado. Qué extraño; no recordaba haber anotado nada. Lee una sola palabra, impactada con el característico plomo de la imprenta:

«Sueño».

Al día siguiente, el autobús se detuvo sin causa aparente. De pronto retrocedió, como una cinta que se rebobina. Tan sólo él percibió el extraño suceso.

Al regresar , la máquina estaba funcionando sola. Escupió un papel donde podía leerse: «Posesión luminosa».

Visita a su padre en el parque de la meditación. Las rejas sólo visibles si uno se empeña en mirarlas.

-¿Sigues haciendo fotocopias? -preguntó el padre.

-Papá, eso no es justo, soy...

-¿Acaso es justo que me encerraran aquí?

-Sé que el Consejo de Ordenación Ciudadana actuó mal contigo pero...

-¿Mal? Me quitaron mis empresas. Te arrebataron tu futuro. ¿Que evadía impuestos? ¿ Malpagaba a mis empleados? ¿Y quién no?

-La gente es más feliz ahora...

-¿Y eso les da derecho a desmoronar nuestra sociedad?

-Sabes, papá, a veces creo que te hubiera gustado que el mundo se hubiese ido a la ruina. Hubieras encontrado una oportunidad de negocio en el cataclismo...

De vuelta a la imprenta, otro papel: «Quisiera huir». Observó que su mano se volvía translúcida.

Un grupo de Agentes Estabilizadores irrumpió en la sala, reduciéndolo. Un gas de olor penetrante se incrustó en sus fosas nasales.

Al despertar, se encontraba en un calabozo. El Presidente Adalid, accedió por una puerta camuflada.

-Entonces es cierto, dijo.

-¿Qué? -preguntó Prados- aún mareado.

-Que no importa cuán hermoso sea un sueño. Antes o después despertamos de él ¿No es así? Venga conmigo.

Un gran invernadero, repleto de extrañas flores desprendiendo un potente aroma: -Las descubrió el Presidente Benefactor. Hacen que la gente sueñe lo que le pidamos. Pedimos sueños felices. Y aún así la gente despierta ¿Por qué?

-Yo no...

-Usted no, amigo Prados. ¿Sabía que ni siquiera es su apellido? Debimos sospecharlo. Es su yo despierto el que le imprime esas notas, extraídas de poemas del verdadero Emilio Prados. Es irónico ¿No cree? Un poeta despierto que trata de combatir el olor de una flor usando tecnología, aún tan anacrónica como esa imprenta, para despertar a un trabajador que duerme...

-...Aspire hondo, operario Prados.

Sintió que un agradable sopor envolvía su mente. Pronto el sueño cambiaría de tema. Mutaría como el capullo de una mariposa. Apretó los puños, fingiendo abrazar por última vez a sus hijos.

En su lugar, agarró con fuerza una bola de papel.