En Encerrona, el personaje que interpreta Pepe Viyuela queda atrapado en el escenario, lo que le fuerza a actuar ante la mirada del público. Este montaje, que llega el viernes al Echegaray (21.00 horas), es una reflexión sobre lo cotidiano desde la perspectiva del payaso.

Asegura que Encerrona habla del fracaso, «el lugar que más visitamos». Aunque también trata sobre la superación, porque su personaje, al final, puede con todo...

Sí, este personaje no para de meter la pata, de fracasar, como creo que les ocurre a todos los payasos. Lo que pasa es que los payasos tienen el alma incombustible y el fracaso es para ellos un acicate para seguir adelante. Lo bueno de los payasos no es que se caigan sino que se vuelven a levantar. El payaso es una metáfora de lo que somos los seres humanos: hemos nacido para disimular nuestros fracasos y para superarlos. Y en eso es lo que se ve en este espectáculo: un ser humano vulnerable, tierno y enfrentado a una serie de dificultades insospechadas.

¿Esa manía de ocultar la torpeza es algo que heredamos?

Creo que es algo cultural. Los niños cuando se equivocan no miran alrededor. Porque en el fondo no saben si se están equivocando o no. Ellos están probando, están haciendo cosas con un juguete que se cae, que se desmonta. Pero no disimulan. A lo mejor sienten una frustración porque la torre de cubos se les cae, pero no sienten ridículo. El ridículo es lo que nos lleva a ocultar nuestra incapacidad de hacer las cosas. Y creo que eso es algo cultural, lo que nos va definiendo como seres adultos. Y ocurre en todos los ámbitos de la vida. Lo vemos a diario. Por ejemplo, vemos a los políticos siendo incapaces de reconocer sus errores, aunque es evidente que los cometen. Éste sería el ejemplo más claro de cómo se trata de disimular lo que se está haciendo mal.

Tanto para éxito como para el fracaso, el público es imprescindible.

Así es. Y es algo que me gusta mucho, ya que no solamente dependo del público para ganarme la vida sino que dependo de él para que lo que hago tenga sentido. Este espectáculo cuando se ensaya en soledad no es nada.

¿Dignifica más como actor tener al público presente?

Creo que tanto en un sitio como en otro el público es fundamental. Se trabaja para él. Quizá la única diferencia es la inmediatez que ofrece el teatro, donde recibes la recompensa o el castigo en el momento. Mientras que en televisión o en cine hay que esperar a que aquello se monte, se edite y se emita. La inmediatez del teatro es precisamente lo que lo que lo convierte en algo mágico y especialmente atractivo para un actor.

Aunque será consciente de que muchos acuden al teatro a verle por su popularidad televisiva.

Es evidente. Si la gente no supiera quién eres no vendría a verte. Creo que provoca curiosidad el hecho de ver en directo a alguien que trabaja en televisión. La inmediatez es también algo que va buscando el público en el teatro.

Antes ha hecho referencia a los políticos. ¿No cree que son ellos los que están metiendo a la cultura en una encerrona?

Es un clamor general que todos sentimos. Se está maltratando algo que es de todos. No solamente a los que trabajamos de la cultura sino también al público. Nos están castigado. Están convirtiendo a la cultura en un lujo a través de un impuesto que lo grava injustamente. No es lógico que un diamante tenga el mismo IVA que el teatro. Es un disparate y un atentado. Así que es normal que se clame contra esta política cultural agresiva, voraz, absurda y de mentecatos.

Entonces mejor no hablamos de educación o sanidad...

Hay una fractura social muy grande entre la mayoría de la sociedad, que pensamos una cosa, y los políticos. Bueno, supongo que vendrán tiempos mejores. Para eso está la democracia: para poner a cada uno en su sitio.