Como Rockberto, el fallecido cantante de Tabletom, viven entre nosotros, en Málaga, personajes extraños, como ajenos al día a día, a sus problemas y obstáculos, empecinados en crear un mundo propio para habitarlo; singulares malagueños que viven a su aire, ajenos a oropeles. Uno de estos raros siempre ha sido Miguel Romero Esteo -Montoro, 1930-, uno de los grandes dramaturgos de la España contemporánea, el responsable de ese laberinto de inagotables posibilidades que sigue siendo Tartessos; también el hombre que confiesa sin rubor que su película favorita es La jungla de cristal, el señor que ha ido a ruedas de prensa en chandal y también el que aseguró que emplearía el dinero del Premio Nacional de Literatura Dramática en la instalación de una ducha «en condiciones» en su «modesta casa de pensionista». Como ven, un hombre atípico. Ayer, el cordobés afincado en Málaga desde hace décadas protagonizó un inusual pleno del Ayuntamiento de Málaga, una cita en la que el Consistorio le concedió la Medalla de Oro y de la ciudad y, con ella, el titulo de Hijo Adoptivo de ésta. Se formalizaba así una relación de afecto que ya dura muchos años. Con la entrega de la distinción se premióla labor del escritor y su influencia en la cultura de Málaga -para muchos, Romero Esteo es lo más cercano a un gurú intelectual que tiene nuestra urbe-, ciudad que le ha visto crecer y que ha recibido tanto a través de la obra y de las enseñanzas de este profesor universitario que tiene 83 años pero que mantiene su actitud insobornable, a contracorriente, sin cesiones. De hecho, como ayer dijo en varias ocasiones -interrumpiendo a esos políticos a los que no suele reírles las gracias-, Romero Esteo se define como «un culillo de mal asiento».

Los que conocen bien al autor de Paraphernalia de la olla podrida, la misericordia y la mucha consolación se sorprendieron por el hecho de que no la liara más en el pleno, habida cuenta de la alergia de este hombre a este tipo de reconocimientos del establishment político: «Este país, a efectos prácticos, no me ha promocionado nada. Aquí soy mediáticamente un cero», argumentó en su última entrevista con este periódico. De hecho, siempre deja en el aire la posibilidad de que su nombre habría sonado más intensamente para el Nobel de Literatura si desde las instancias culturales de este país se le hubiera hecho más caso. Por eso, como solicitó ayer en el pleno el portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento, Eduardo Zorrilla, quizás el mejor homenaje que se pueda hacer a Miguel Romero Esteo en estos tiempos de vacuidades culturales es difundir su obra, promocionar y facilitar la representación de sus funciones y dar a conocer la creación de uno de estos vecinos singulares, extravagantes según algunos, pero necesarios.