Besos de Arena cuenta la vida de Laia, una saharaui que huye de sus fantasmas y se refugia en el amor para curarse las heridas del pasado. Monforte, viuda del actor José Sancho, se vuelca ahora en la promoción de la novela, aunque, como dice, no deja de hablar todo el día del que fuera el gran amor de su vida.

Entonces en pleno siglo XXI como estamos, ¿27 millones de personas viven algún tipo de esclavitud?

Sí, es sorprendente. En España se calcula que son 50.000. No es una esclavitud con grilletes. Besos de arena trata de los hartanis, esos vínculos de propiedad que se heredan.

¿Y ocurre también en campos de refugiados? ¡Qué contradicción!

Yo vi una carta de libertad, un documento de compraventa de personas fechado en 2005 y otro en 2007. Allí hay un Frente de Liberación, ¿cómo se explica? Dicen que es una tradición muy antigua y que están luchando contra ello; tampoco es habitual, pero existe.

Entonces, ¿qué es lo que ocurre? ¿Que no queremos ver esa realidad?

Nos resulta más cómodo no verlo. Los medios de comunicación tampoco tenemos ni el tiempo y espacio que merecería. Eso es lo bueno de la literatura.

En el caso de las mujeres, la discriminación es doble. Es una constante en su obra narrativa, ¿verdad?

Es verdad, pero no es algo premeditado. Como periodista que soy, busco historias que merecen ser contadas.

También son mujeres que luchan por su libertad, por controlar su destino, pero sobre todo por amor.

El amor mueve el mundo.

¿Novela hechos reales porque la realidad es, de alguna forma, la mejor novela?

Para mí, siempre. Detrás de un titular siempre puede haber una gran historia, la realidad supera a la ficción. Fíjese estos días el caso de la niña de Santiago. Son historias que pasan en la calle, al otro lado del tabique.

¿Cree usted que la memoria histórica ha soslayado el Sáhara español?

Hay desconocimiento. Es la última colonia española en tierras africanas. Nos separa apenas el Mediterráneo. Eran españoles. Había un comedor que presumía de tener la mejor tortilla de patata de toda España, escuchaban a Manolo Escobar, al Loco de la Colina... Hay una parte de lo que ocurre en los campos de refugiados que no llega a mucha gente, no lo quieren ver, les incordia, les molesta.

Usted presenta esa historia y el conflicto en que ha desembocado desde un punto de vista poliédrico, con todas las versiones.

Es que es un tema muy complicado, como los palestinos y los israelíes. Hay mucha radicalidad y mucha susceptibilidad. Y lo importante son las 200.000 personas que siguen ahí sin agua, sin electricidad, sin las mínimas condiciones. Ese es el verdadero drama. Tiene que haber una solución a este problema.

El reloj de arena ¿de qué es metáfora?

De la vida en el desierto del Sáhara, donde la mano del destino puede darle a todo la vuelta, de la vida en general.

De a quién iría destinada la dedicatoria (su marido el actor valenciano Pepe Sancho, fallecido hace siete meses) no tenía la más mínima duda...

No sólo éste, todos. Yo me paso el día hablando de Pepe.