Dicen que diez años no es nada, aunque puede que sí lo sea para celebrar una trayectoria plagada de éxitos.

Yo sí que creo que diez años es tiempo suficiente. Es una década de tu vida que te puede marcar bastante. De hecho, la primera década que me marcó en mi vida fue cuando conocí a Edi [Eduardo Casañ], con veinte añitos. Y de los 20 a los 30 fue una etapa bastante importante en mi vida.

¿Cuándo se dio cuenta de que cantar iba a convertirse en su profesión?

Pues a partir de quedarme sola. En 2005, después de toda la movida del cáncer, empecé a andar solita en el mundo de la música. No es que antes no me diera cuenta, sino que era algo menos meditado. La suerte llamó a mi puerta y yo le abrí los brazos. Pero después fue como una elección más a conciencia.

Y al quedarse sola también creció la responsabilidad...

Claro. Lo que pasa es que también hubo un proceso, que duró un tiempo, en el que intenté hablar conmigo misma para, en cierto modo, perdonarme por quedarme con algo que no era mío. En esto empezamos cuatro personas, y hubo un momento en el que no sabía muy bien qué parte era mía y necesitaba analizarlo todo porque me veía como una usurpadora. Necesité ese proceso para darme cuenta de que no pasa nada: que cada uno elige lo que quiere elegir y está donde quiere estar. Uno empieza en esto con mucha inocencia. Con la ilusión de estar cantando en un grupo y haciendo conciertos. Y poco a poco se va transformando todo. A base de tomar decisiones equivocadas y también acertadas.

Los Rolling Stones siempre han dicho que cuando formaron el grupo jamás se imaginaron que duraría toda la vida.

¡Hombre, claro! No puedo compararme con ellos, pero lo que sí es evidente es que ésta es una de las profesiones más inestables que existen. Nunca te imaginas que vayas a durar un tiempo determinado. Y bueno, si estamos celebrando nuestra primera década será por que el público quiere que estemos ahí y que no lo estoy haciendo tan mal. Es bonito darte cuenta de que esto, si no lo tratas mal, perdura. También es curioso ir descubriendo cómo anda este mundillo que desconoces cuando empiezas.

Un mundillo en el que las experiencias positivas y negativas son igual de intensas.

Sí. La mayoría son experiencias muy bonitas y alguna que otra vez también te llevas un berrinche. A mí no me gusta que me manejen y soy un poquito cabezona. Me gusta elegir. De todo el abanico que hay, yo siempre quiero elegir lo mejor para la música de Chambao y lo mejor para mí también. Y bueno, a veces me pasa como a las niñas chicas: basta que me digan que no haga algo para que lo haga.

¿Está diciendo que es de carácter retorcido?

¡No! ¡Qué va! En cuanto a rebeldía soy un poco light, pero sí que tengo una personalidad marcada. Y eso, mezclado con cabezonería, pues... Sobre todo me pasa que no me gusta ser un producto, me gusta ser de verdad y lo que hago tiene que ser de verdad. Como dice mi madre, me lo tomo todo muy a pecho.

También es para celebrar no haber caído en el cataclismo que la música ha vivido estos últimos años.

Es normal. Las crisis traen esas cosas. Y bueno, también hay que resistir dentro de las crisis. Hay veces que el cambio te lleva a un resurgir y a una etapa más fresca y bonita. Creo que, humildemente, Chambao se supo retirar en el momento en el que la crisis era más dura. Aunque fue por coincidencia, porque yo no tenía ni idea de cómo iba a caminar la economía en 2009. Lo que se avecinaba sólo lo sabían los bancos y los políticos. Pero nosotros llevábamos desde 2001 dando vueltas y queríamos parar por necesidad. Para descansar. Y bueno, al final esta decisión se convirtió en un acierto. Ahora el mercado está igualmente en crisis, pero al menos se pueden dar conciertos. Hemos vuelto a la fórmula del principio: alquilas un local y el equipo de sonido y lo que saques en taquilla es tu beneficio. Así es como empecé yo en esto.

Vamos, que se acabaron los bolos subvencionados por los ayuntamientos y gratis para el público.

Estoy muy de acuerdo con Dani, de Macaco, que sostiene que es un mal hábito para el público que todos los conciertos sean gratis. Porque después tienes que reeducarlo para que sean conscientes de que un concierto vale dinero. Quizá no vale 30 euros, pero sí 12 ó 18. Nosotros no vivimos del aire ni de las gracias. Y también es cierto que hemos vivido una época en la que los cachés de los grupos estaban disparados. Podías pedir lo que quisieras que te lo daban. Y eso tenía que normalizarse.

¿Sabía que en la Feria de Fuengirola está prohibido el funk, el hip hop y reggae?

Bueno, será que a la alcaldesa lo que le va es únicamente la música regional. Tu manera de gobernar no debería basarse en tus gustos personales, creo yo.

¿Qué viene después de esta celebración?

Este disco está hecho para agradecer al público estos diez años. En noviembre acabamos la gira que arrancó en mayo de 2012 con el disco Chambao. Y lo que pretendo es parar y componer tranquilamente para un nuevo disco en 2015.