Humor, ironía y una visión cómica de la realidad es lo que destilan los libros del periodista malagueño Alfonso Vázquez, que acaba de publicar 'Lo que esconden las islas' (Rey Lear), una divertida parodia sobre la telerrealidad. Vázquez consolida así una sólida trayectoria literaria con el (buen) humor como bandera y la sonrisa del lector como mejor cosecha.

Una isla en Kiribati, en los Mares del Sur, Robert Louis Stevenson y la telebasura. ¿Cómo se consigue mezclar esos ingredientes en un libro?

Esos ingredientes salen de mi gusto por los Mares del Sur, una zona que me encantó desde pequeño y todos la hemos idealizado, aunque la mitad de las islas sean propiedad privada de Francia y laboratorio de bombas atómicas. Esto se mezcla con mi pasión por La isla del tesoro y por Robert Louis Stevenson, que me han maravillado. El contrapunto es esa sustancia viscosa e infecta: la telebasura y su submundo.

En Lo que esconden las islas hay varios personajes de ese submundo, a algunos casi les podrías poner nombre y apellidos y otros son prototipos reconocibles. ¿Ve mucha telebasura?

No suelo ver la televisión, la vida es muy rica como para perder el tiempo viendo determinados programas. Pero es verdad que a veces hay momentos en que no hay más remedio. También por cierta curiosidad antropológica por ver a esos monstruos lanzando insultos o rumores infundados. Por otra parte, siento admiración y pena por todos esos famosos que no quieren serlo y se ven perseguidos por estos periodistas sin corazón.

El protagonista es Jorge Lugo, uno de esos famosos a pesar suyo, que se ve arrastrado a una aventura delirante y divertida pese a sus intentos de ser normal. Es el antifamoso.

Me gustó la idea de ese famoso a pesar suyo, que tiene un gusto distinto de la mayoría, es intérprete de guitarra clásica y se ve atrapado en ese circo lamentable. Quisiera aprovechar para reclamar una suscripción popular para hacer un monumento a Silvio Berlusconi, padre de la telebasura. Creo que se merece un monumento acompañado por una corte de mamachichos, algo que le haría muy feliz.

Hay un momento de la novela en el que hace una descripción muy vívida y divertida del paso de un huracán y que ha sido sacada de una experiencia personal.

Tiene una parte real, aunque he modificado algunas cosas, porque en 1998 estuve en la República Dominicana tras ganar un concurso. Fui premiado con un huracán llamado George con todos los gastos pagados. Pasé dos semanas atrapado en un complejo turístico y fue una experiencia inolvidable, que me ha servido para darle color y viento huracanado a la novela.

El humor forma parte fundamental de sus novelas. ¿Qué cree que aporta esta visión humorística de la vida?

El humor nos ofrece una oportunidad de reflexionar a partir de lo que vemos en un espejo deformado. Sin duda lo más difícil fue caricaturizar el mundillo del corazón, ya que es ridículo de por sí y no necesita caricatura alguna.

¿Está pensando abordar otros géneros en sus próximos trabajos?

No sé hacer otra cosa que escribir humor. En diciembre participaré en una recopilación, con otros 27 autores, que publicará la editorial Rey Lear sobre el género policiaco y que se llamará España negra. Mi relato se titula Aquiles hocica y está ambientado en la isla griega de Corfú en los tiempos en que vivía allí Gerald Durrell, en los años 30. Sólo por el título se puede ver que no será una tragedia griega.