«¡Hola, futuros bailarines! ¿Queréis bailar?» Éstas fueron las primeras palabras que escucharon ayer los más de sesenta niños y niñas que acudieron a las audiciones convocadas por el Ballet Imperial Ruso en el Teatro Cervantes. Los responsables de esta prestigiosa compañía, que representará El cascanueces los días 17 y 18 de diciembre en el primer escenario municipal, buscan una treintena de pequeños bailarines, de entre 4 y 10 años, para que acompañen al reparto principal en las funciones de Málaga.

«La obra arranca con una fiesta infantil. Necesitamos niños y niñas que salten y se diviertan en esta fiesta junto a los bailarines profesionales. Y también a otros que hagan de los angelitos que los protagonistas se encuentran en su camino hacia el país de los sueños», explicaba ayer Tatiana Solovieva, responsable del casting.

Ayudados por las indicaciones de la bailarina solista principal del citado ballet, Radamaría Duminica, y la deliciosa música de Tchaikovsky, los pequeños aspirantes mostraban todo su entusiasmo a la hora de ofrecer sus mejores pasos. La coreografía, «no muy compleja» y «previamente ensayada» no daba lugar a muchas equivocaciones. La pequeña Marta se sabía los movimientos de memoria: «Llevo ensayando todo el fin de semana», explicaba emocionada. Los participantes, en su gran mayoría chicas -solo había 4 chicos-, procedían de la Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga (ESAEM). «Lo primero que hacemos en las ciudades que visitamos es contactar con los conservatorios y escuelas para hacer una preselección», apuntó Solovieva, que explicó que en las audiciones realizadas en Madrid acudieron más de 400 candidatos.

La responsable del casting aseguró que son cuatro las cualidades que se buscan entre los asistentes a estas pruebas. «Presencia, técnica, sincronización y flexibilidad. Si se tienen estos elementos, estás dentro», dijo. Además, Tatiana Solovieva explicó que los pequeños que se finalmente son seleccionados no son sometidos a ninguna responsabilidad, ya que «no tienen que interactuar con los bailarines de la compañía». «Solo tiene que salir y divertirse», apuntó.

Y mientras los niños se divertían haciendo circulos y diversas piruetas, fuera podía sentirse la tensión de los padres -obligados a esperar fuera-, pendientes a cada movimiento de la puerta del escenario.