Imposible escapar de la figura de Pablo Picasso en su museo: charlamos con José Lebrero en una sala presidida por una fotografía del genio y los directos ojos del artista parecen supervisar la conversación. El director de la pinacoteca, acostumbrado a la omnipresencia y omnipotencia de uno de los artistas más decisivos del siglo XX, siempre le cede el protagonismo: «Aquí él es la estrella, ni yo, ni los patronos», dice en un momento de la conversación.

¿Se acuerda usted del día de la inauguración del museo que usted iba a terminar dirigiendo?

Sí que me acuerdo. Era el director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, y me invitaron a la inauguración. Me había dejado la tarjeta de invitación en el hotel y a pesar de que había un montón de seguridad y policía en el Palacio de la Aduana entré solito y llegué hasta arriba. Recuerdo cantando a Enrique Morente y también una cierta sensación de envidia que generaba este gran museo, con este gran presupuesto y esta gran inauguración, tan seria y engalanada; porque nosotros en Sevilla no estábamos viviendo para nada algo parecido.

¿Cree que se han cumplido los ambiciosos objetivos con que nació la pinacoteca?

Un colega suyo en una ocasión me hizo una pequeña crítica refiriéndose a «los objetivos del principio...». Yo, francamente, no sé cuáles eran los objetivos del principio. En España el mundo de los museos es muy reciente, no llevamos cien años; aquí se ha ido construyendo esto poco a poco, como se ha podido. Y, por cierto, no hay que olvidar que no hay ni uno, ni dos ni tres proyectos museísticos que se han ido al garete, que han cerrado o que ni siquiera han llegado a abrirse. Los objetivos que se marcaron quienes los marcaron al principio los desconozco, y si le digo la verdad tampoco me parecen relevantes. Trabajamos con unos datos, cuantitativos y cualitativos, y de lo que se trata es de intentar mejorarlos.

Será usted consciente del privilegio que es dirigir la última gran infraestructura cultural que se levantará en Málaga en mucho tiempo...

Yo me preguntaría si en Andalucía se ha abierto otra después del Picasso... Y creo que no, con todos mis respetos al Museo Carmen Thyssen, que es un buen logro arquitectónico pero que como infraestructura cultural no tiene la misma ambición que este proyecto. Y que conste que no quiero desmerecerlo.

Desde su nacimiento hasta ahora mismo el Museo Picasso Málaga ha tenido que soportar el prejuicio de ser considerado por muchos como un espacio de espaldas a la ciudad, no integrado en ella...

Queda mucho trabajo por hacer en ese sentido, sí. Hay malagueños que creen que esto es para turistas. Sí que de alguna forma es para turistas, porque vivimos de los turistas, de transeúntes, de personas que no viven aquí y que vienen; pero que bastantes de esta ciudad consideren que un lugar como éste, que se supone que es un lugar para la cultura y con una subvención pública, es sólo para los turistas, significa que hay un trabajo por hacer. Eestamos intentando que el museo sea más de la ciudad, más de los ciudadanos. Pero no sólo somos nosotros los que podemos lograr eso: es una cuestión de educación en el sentido amplio de la palabra.

¿O sea que es consciente de que el suyo es visto como un museo pijo, verdad?

Me encanta [risas]. Por un lado está bien, es una marca; por otro, te obliga a preguntarte sacarle partido a todo esto, a todo esto tan coordinado y tan ordenado, que está muy bien, para estar a la altura y que no se quede en algo de pijos. Ahora bien, nosotros estamos asociados a un artista que siendo muy universal también es muy caro.

Una de las particularidades de este museo es su carácter público-privado. ¿Es una convivencia fácil?

En una comparecencia pública Bernard Ruiz Picasso definió a la pinacoteca como «un matrimonio moderno», que, como tal, tiene sus historias y sus cosas. Es una buena definición, una buena forma de referirnos a intereses que no siempre coinciden y a esas fricciones que se generan cuando las dos visiones no son la misma. Ahora, si hablamos del resultado, si funciona el matrimonio, que es lo que cuenta... Yo creo que sí, que los resultados son positivos, las cifras son buenas. Pero lo cierto es que no es éste un modelo muy desarrollado en España, por lo que no es fácil compararnos con otros museos en este sentido.

¿Cómo vive usted en ese matrimonio como director arístico?

Siempre hay condicionantes, de limitaciones, pero no sólo en este museo; si cualquier director de un museo le dice que tiene la libertad total del mundo para hacer y deshacer, le da usted mi teléfono y le dice que me llame. Pero, en principio, ambas partes del Museo Picasso dejan que el programa de contenidos se desarrolle, la Junta sigue apostando por el museo y Bernard Ruiz Picasso sigue siendo un aliado muy importante para nosotros en las alianzas internacionales.

En ese sentido usted particularmente vivió un momento muy complicado, cuando Christine Ruiz-Picasso pidió su dimisión por la exposición Viñetas el frente, en la que, en su opinión, se utilizaba políticamente una obra de Picasso...

No estoy acostumbrado a que se planteen estas cuestiones, a que se especule sobre mi continuidad en estos términos, pero afortunadamente, quienes tenían que decidir sobre este asunto apostaron por mí. Pero lo cierto es que he de decir que siempre me he sentido muy bien tratado aquí.

También habrá habido momentos clave, felices...

Éste mismo, la celebración de los diez años, que me está sirviendo para saber quiénes somos en este museo y para reflexionar sobre qué es este museo, qué pudo ser y no ha sido, qué debe ser y qué será... También otro momento favorito es cuando entran los colegios con los niños al museo. Cuando yo era niño no pude vivir algo así y me parece fantástico, muy bonito.

¿Algo de lo que se sienta orgulloso especialmente?

De nada. Sí hay cosas que te agradan, como viajar y ver en una ciudad del mundo que hay un libro o catálogo de una de nuestras exposiciones, que significa que las cosas que haces no se quedan sólo aquí.

Usted siempre tan discreto y poco dado a lo altisonante. Es que francamente es más interesante que un museo se conozca por sus contenidos que por las personas que los dirigen o por sus patronos.

Al final la estrella siempre es Pablo Picasso.

Efectivamente, es un artista que lo acapara todo, excepcional, con una capacidad increíble de generar situaciones y conexiones. Trasciende lo estético y lo artístico y es una figura. Esta ciudad tiene la suerte de estar asociada a él, aunque debería hacerlo siempre con seriedad y sin banalizaciones como a veces sí se ve.

¿Retos a corto y medio plazo del Museo Picasso Málaga, señor Lebrero?

Hay que contribuir a la educación; no sólo la educación exclusivamente para los niños, sino la educación como un valor social, como un valor de una sociedad progresista y una sociedad que mira al futuro; intentar que los contenidos del museo sirvan en el nivel educativo. Otro reto, las nuevas tecnologías, en lo que tenemos que avanzar mucho; abordar el siglo XXI de manera más certera. Y luego intentar ver, sabiendo que los presupuestos públicos van a ir disminuyendo (y no es una queja, sino una realidad), cómo ser capaces de crear otras formas o alianzas para no perder la calidad en la oferta de contenidos.

Los antecesores de Lebrero

Carmen Giménez

A la primera directora, Carmen Giménez, hay que felicitarla por haber conseguido, junto a la Junta y la familia Picasso, que este museo haya sido una realidad; hoy, en el año 2013, en las circunstancias y contexto en el que estamos, esto ya no es posible. Y creo que el resultado ha valido la pena gracias en gran parte a su labor como artífice y que puede verse en los resultados, en la calidad de los materiales, en la altura del proyecto arquitectónico, en la ambición...

Bernardo Laniado-Romero

El segundo director, Bernardo Laniado-Romero, dejó esto muy bien organizado, muy bien cuidado. Suele ocurrir que este tipo de infraestructuras se inauguran y luego se dejan estar, pero él logró que se mantuviera en óptimas condiciones. Y ése es un legado que he recibido: me encontré con un lugar muy serio, muy cuidado, casi obsesivamente cuidado; gracias a eso puedo preocuparme más por los contenidos, por la dirección artística.