Dejo por un momento las aventuras con mis nuevos clicks de Famobil que con el vaivén de esta semana ya no sé ni en qué día estoy... Por poco se me olvida escribir estas líneas.

Estoy todavía con el roscón en el cuerpo y esperando la visita de los sobrinos en este día de Reyes que pone punto y final al ajetreo navideño -fin de año crápula incluido, de los de antes con dos días en capilla- incluido. Espero que hayáis sido buenos y os hayan traído algún detalle sus majestades de Oriente -no el chino de la esquina- y a los que os habéis portado regular, no preocuparse, recordad que el diamante es carbón y a ti te encontré en la calle.

A mí, en vísperas de Reyes me trajeron un regalo bastante más útil que unas babuchas con el escudo del Málaga o una bata de leopardo. Por la mañana temprano, dispuesto a entrar en el plato de ducha tarareando no sé qué cosa, ya en faena de espuma, saltó la chispa, una frase aquí el acorde volador allá... ¡Eureka! «Aquí hay un buen estribillo». Salto de la ducha como mi señora madre me trajo al mundo buscando el móvil para dejar constancia con la grabadora -algún día sacaré un disco solo con los trozos de grabaciones en móviles: cualquier perito de salud mental me mandaría para San Juan De Dios de cabeza si las escuchara- del teléfono. Como no podía ser de otra forma está en el lado de la casa más lejano al baño; rastro de espuma por todo el pasillo, lo agarro, enciendo la grabadora, tarareo la parrafada camino del baño, termino, entro a la ducha sonriente y pensando ya en esta guitarra por allí, este coro por acá, la cabeza ya activada, el agua vuelve a correr disipando el frío tras corretear en bolas por el pasillo, relajación... Y, cómo no, el móvil en la mano desde hace un buen rato empapando hasta el último mega.

Amplificación

Las cabezas y las ansiedades musicales, las que te hacen revisar tu equipo de amplificación, casi desmontarlo entero, porque la guitarra no suena y a la hora darte cuenta de que no la has enchufado al jack, o que te hable el técnico de sonido por monitores y responderle por él en vez de por el micro. O ir a tocar a Casares y darte cuenta de que el bolo era en Comares, que está en la otra punta. O llevar a dos criaturas sentados con un teclado de 81 teclas encima porque decía el conductor que no entraba en el maletero después de más de 300 kilómetros con las rodillas peor que Redondo, terminar el concierto y que entrara perfectamente.

Así hasta el infinito y las que quedan.

Empezar el año con dos días de retraso cargando pilas y curando heridas tras la batalla de un cotillón underground te hace acometer con ganas este catorce, ya pisado el escenario por primera vez este año por una buena causa y rodeado de grandes amigos músicos arrimando el hombro para los niños de AVOI y esperando tomar la alternativa al calendario con los Vicios Caros y demás proyectos.

Para la inspiración es bueno mantenerse al borde del carbón, los mejores regalos no los dan los Reyes sino las musas de carne y hueso y el vivir a bocajarro en primera línea de batalla. Seguiremos un año más caminando por esa línea entre lo bueno, lo malo, lo divino, lo humano, pero, ante todo, disfrutando del trayecto, que eso sí se me da muy bien. Sean felices y regalen aunque sean los buenos días.

*Álex Meléndez es líder de Vicios Caros