Esta semana me tocó hacerle una muesca más al DNI. Treinta y dos palos me trae este final de enero; más concretamente un veintiséis del mismo, allá por el año del mundial, en el Materno Infantil y, cómo no, a la hora del vermut, venía al mundo un servidor. Mi madre, la pobre, preguntó: «¿Qué ha sido, doctor?». «Un vividor, señora, un vividor», respondió. Me cuenta mi señor padre que mis primeras palabras fueron el número de cuenta de la cartilla infantil de Caja de Ronda.... Para qué se iban a gastar los familiares el dinero en juguetitos y chichoneras. Las nanas que me cantaban de pequeño eran de mi autoría; ya en esa época pasaba de las versiones. Al tiempo me tuvieron que poner gafas; eso sí, yo pataleé para que fueran de sol, y me salí con la mía. La falta de sueño era la tónica ya en aquella época que hasta los clicks me los compraban con ojeras. Hiperactivo, ya hablaba por los codos; mis padres me llevaron al logopeda, pero para que me enseñara a guardar silencio. También se puede observar por aquel entonces que era un enamoradizo empedernido; hasta me hicieron una entrevista en Procono por ser el niño más precoz en tomar café con tal de tener una excusa para invitar a las niñas. El rock and roll ya palpitaba en mi interior, pidiendo ir al baño en falsete cuando estaba en clase. Cuando salía a la pizarra, iba saludando y daba la lección señalando al personal. Las notas las firmaba mi padre pero yo al lado le ponía una dedicatoria. Fueron años difíciles por ir a contracorriente y anuncié mi retirada por megafonía, pero como suele ser, era una mentira del rock and roll.

Estos treinta y dos eneros bien que se han celebrado; no me puedo quejar con un sábado de aúpa. Como sabréis, mi compinche de batallas Adolfo Caimán (Motel Caimán) cumplimos el mismo día así que entre su fiesta sorpresa y el concierto que celebré en el ZZPub -que duró casi tres horas, con los Vicios Caros, Hank Moody Band, Pepe Salas y una caterva de amigos, fans y público en general que se sumaron a la fiesta- ya se imaginarán que el domingo estaba yo para hacer un sudoku.

El tiempo pasa volando, señorita, pero en qué buen momento me pilla el calendario... Dentro de dos semanas arranco el proyecto del segundo disco, no paran de salir conciertos por todos lados, cosas en televisión, mi querido artículo en el periódico, una buena salud de hierro y la familia bien, gracias. Qué más se puede pedir, para el ratito que vamos a estar aquí me he propuesto hacer lo que me venga en gana, y oye, mano de santo, el tiempo es oro y a ti te encontré en la calle, así que vamos a por el siguiente peldaño, la edad de Cristo; demasiado joven para morir, demasiado viejo para aguantar majaras... Por cierto, os he guardado un trocito de pastel, ya me decís cuando os viene bien venir a por él, aunque bueno, confieso que me lo he comido ya... Hay cosas que no cambian. Victor Hugo decía eso de «los cuarenta son la edad madura de la juventud; los cincuenta la juventud de la edad madura» y los treinta, para seguir pasándolo de puta madre. ¡Abrazo!