Hécuba, la tragedia de Eurípides, con Concha Velasco era uno de los espectáculos más deseados por el público del Festival de Teatro. Y la respuesta del espectador en el Teatro Cervantes, el día que asistimos fue muy generosa. Vivas y aplausos en pie durante un buen rato. Elogios y piropos para La Velasco. No en balde un elevado porcentaje de los asistentes habían ido a ver a Concha, a Conchita Velasco, no a Hécuba. Y está bien ese enamoramiento del público con sus actores. Eso hace bien al teatro. Yo mismo confieso aquí mi devoción por tan espléndida actriz. La expectativa por verla en un personaje de estas dimensiones era grande. Tiene la fuerza y las condiciones para sustentar el tremendismo de una mujer que habiéndolo perdido todo nunca llora y sobrepuesta a su dolor es capaz de tramar la venganza contra el destino sin pestañear. La versión de Juan Mayorga de la obra es magnífica; concentra la dramaturgia en sus aspectos más relevantes sin perder la épica clásica. Así como la dirección escénica, creada por José Carlos Plaza, que también firma una preciosa escenografía. La dirección obtiene ese estilo clasicista de gran puesta en escena que acompaña y potencia la sensación de espectáculo formidable. Ver estas puestas en escena siempre es una gozada. Pero hay algo que no termina de encajar en el engranaje. La interpretación de Concha navega entre dos aguas, las mismas dos que se vislumbran separadas entre sus compañeros de reparto. Aunque el estilo general no carece de la pompa épica, se nota una diferencia que podría establecerse casi por la edad de los actuantes. Dos ejemplos. María Isasi, espléndida, la princesa inmolada, desgrana sus intervenciones con la grandeza de la tragedia pero con un ritmo cercano y contemporáneo. Jose Pedro Carrión, espléndido, declama sus diálogos con el fausto de un héroe dramático que atempera cada palabra con precisión y teatral entonación. Ambos hacen un gran trabajo, pero o la dirección no supo empastar a los actores, o no pudo sujetarlos, o con el paso de las funciones cada cual ha ido arrimando el ascua a su sardina. Igual ocurre que la dimensión opulenta del espectáculo se ve encajonada en el espacio del Cervantes. Se intuye una pincelada directriz que potencia la magnificencia en escenografía, iluminación y movimiento escénico que aquí queda desfigurada porque los grandes trazos no se ven bien tan cerca. Pese a esto, el resultado es más que satisfactorio y hasta la última de las troyanas logra un muy buen trabajo.

Director: José Carlos Plaza. Intervienen: Concha Velasco, José Pedro Carrión, Juan Gea, María Isasi, Pilar Bayona, Alberto Iglesias, Luis Rallo, Alberto Berzal, Denise Perdikidis, Marta de la Aldea, Zaira Montes