Exagerado o no, lo cierto es que el Día de Andalucía tuvo en Málaga la excusa para levantar el telón azul del Cervantes en la única gran producción de ese eufemismo denominado Temporada Lírica. Il Trovatore, segunda de las joyas de la trilogía del compositor de Rigoletto y La Traviata, fue una doble celebración: por un lado, se colgó el merecido no hay entradas; por otro, se festejó el cuarto de siglo del Coro de Ópera de Málaga, veinticinco años de presencia continuada en la escena malagueña de un grupo que nuevamente firmó una actuación vibrante y de altura. Su director, Salvador Vázquez, ha conseguido equilibrar las distintas cuerdas hasta conseguir una emisión redonda, sin alterar el timbre de la masa coral. En este sentido, el coro de religiosas, del acto segundo, Ah! se l’error t’ingombra marcó uno de los grandes momentos de la velada, puesto que El Trovador condensa es sus páginas números verdianos conocidísimos.

El éxito de la taquilla bien podría justificarse por la anotación en día festivo e incluso la propia hora de comienzo. La realidad destapa una imagen que mira de lejos años en los que Málaga tuvo cierta consideración dentro de la escena nacional; sin embargo, el descuelgue político y económico de los últimos años ha ido desmovilizando la adoración por la ópera del público malagueño. Se ha vendido tanto y tan buen humo, que Málaga es hoy, en este punto, su capital; no es de extrañar así que el teatro apareciera lleno hasta la bandera, aunque antes debimos saborear otras perlitas de esta caricatura lírica.

Aunque Verdi pretendía un nuevo concepto de la ópera romántica, la tensión dramática de los personajes de Il Trovatore se sitúan a medio camino entre el bel canto y el posterior verismo pucciniano. Caruso llegó a reclamar los mejores cantantes para esté capítulo del repertorio. Al evaluar el papel de los solistas, surgen bastantes dudas entorno a la solvencia y cualidades técnicas. Destacar la asombrosa excepción de Mali Corbacho, una Azucena que desató un instrumento sobrado de timbre, vocalmente pleno de color, la gran estrella de toda la velada como prueba el entusiasmo con la que se la aclamó. En el lado opuesto, una Leonora protagonizada por Casariego, que estuvo muy lejos de firmar un papel siquiera aceptable cuando no, convincente. Los papeles masculinos del Conde de Luna y Manrico los encabezaron el barítono Arturo Pastor y el tenor peruano Andrés Veramendi. Pastor al igual Veramendi resolvieron sin dificultad sus roles, aunque en el caso del tenor el registro agudo planteaba serias dudas en cuanto a su corrección. No faltaron dos partiquinos del propio coro a cargo de Sergio Robles, en el papel de gitano y Ruiz, por Jesús Gómez.

La dirección escénica corrió a cargo de Ignacio García; muy correcta, teniendo en cuenta la escenografía aportada por Producciones Telón, de escasos elementos, un atrezo apropiado, y donde la fuerza de los decorados se concentraba en las imágenes proyectadas al fondo del escenario, basadas en los aguafuertes de Goya.

Miquel Ortega, al frente de la OFM, cierra el conjunto artístico de está única producción reseñable. El director catalán justificó con su batuta un dominio constante del drama e hizo del conjunto orquestal un elemento más dentro de esta historia truculenta donde el amor, el odio, la venganza o la violencia se alternan justificando, siglo y medio después, la vigencia de El Trovador.

Il Trovatore | OFM (director: Miquel Ortega). Coro de Ópera de Málaga (director: Salvador Vázquez). Solistas: Andrés Veramendi, Lola Casariego, Mali Corbacho, Arturo Pastor y Ángel Jiménez.