Regreso al artículo de opinión para que los lectores de este periódico sepan de un asunto terrible: el cierre de la Galería Alfredo Viñas. No digo nada nuevo al señalar que la sinrazón habita y duerme la siesta a pierna suelta en el mundo de la cultura malagueña, ese ente informe y ausente de criterio alguno, utilizado a diario por concejales, gestores y programadores para cacarear una mentira que lo sigue siendo a pesar de la repetición ad nauseam a la que está sometida. «Málaga se ha convertido en un referente en materia cultural». «Nuestro esfuerzo por la cultura es reconocido internacionalmente». «Málaga ha apostado por la cultura». El estercolero de frases al respecto compite con las últimas inversiones culturales aprobabas por las administraciones públicas más cercanas. A saber, 200.000 euros que el Ayuntamiento ha destinado para que el Museo del Automóvil exponga una colección de moda de alta costura (!) y 80.000 euros de la Diputación para la manutención de la próxima edición de los Encuentros de Arte de Genalguacil.

Perdonen la sinceridad con la que me expreso, pero escribo estas líneas desde la indignación. Con las tripas revueltas, motivo por el que abandoné -no me sale bien la escritura de salón- mi cita semanal con el articulismo. Hace unos días hablé con Alfredo Viñas sobre su marcha. Me aseguró que no se trata de un cierre sino de un traslado. Una mudanza. Aunque no quiso desvelar el nuevo emplazamiento que tendrá su mítica galería. Tampoco quiere que se escriba sobre lo que ahora estoy escribiendo (perdón Alfredo). Él prefiere permanecer en silencio. Su exquisita educación le impiden el pataleo y la reclamación. Se niega a ladrar como a diario hacen sus colegas del mundo del arte contemporáneo. Pero claro, ser educado y no reclamar atención con aspavientos de loca histérica es algo poco común en el zafio ambiente cultureta de este pueblucho, tan proclive, por otra parte, a lamer traseros de alcurnia, engordar barrigas ya de por sí henchidas y contentar al amigo silenciando sus basuras.

Pero más que denunciar la errática política cultural aplicada por Francisco de la Torre, Damián Caneda, Elías Bendodo y otros corresponsables de la muerte en vida de la galería que puso a Málaga en el mapa del arte contemporáneo, y sin la que no se entendería ese cacareado despegue malagueño en el universo de las artes plásticas, quisiera dedicar estas líneas a recordar la fundamental tarea realizada por Viñas en los últimos veinte años, veintiuno para ser exactos, en favor del renacimiento de Málaga como ciudad cultural. Fue a comienzos de los años noventa, cuando Viñas comenzó a barruntar la idea de abrir un espacio para difundir y defender la creatividad contemporánea. Y lo hacía en una ciudad muerta en este sentido. Además de que por entonces los espacios expositivos eran muy escasos -sólo se podían ver muestras en la sala de exposiciones que la Diputación tenía en la calle Ancla y en el Palacio Episcopal, las galerías de Pedro Pizarro y Carmen de Julián acababan de desaparecer, aburridas ante tanta desidia. La inquietud cultural de los malagueños, pueden imaginarlo fácilmente, era igual a la nada. En 1993, el galerista abrió las puertas de su espacio en calle Denis Belgrano con la firme decisión de promocionar a los artistas locales y a difundir el trabajo de otros creadores españoles. Este primer año, la Galería Alfredo Viñas presentó la potencialidad del arte local con una muestra colectiva con obras de Enrique Brinkmann, Eugenio Chicano, Jorge Lindell y Dámaso Ruano. Gracias a su impagable espíritu por hacer ciudad y favorecer las conexiones entre Málaga el universo contemporáneo, Viñas entró de lleno como miembro fundador en la Asociación de Galerías Andaluzas de Arte Contemporáneo, el Instituto de Arte Contemporáneo (IAC) y el Consorcio de Galerías de Arte Contemporáneo de España. Antes del cambio de siglo, su galería ya nos había brindado la oportunidad de disfrutar del trabajo de Alfredo Alcain, creador que en 2003 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, y Chema Madoz, galardonado con el Premio Nacional Fotografía en el año 2000. También llegarían importantes representantes de la nueva figuración madrileña de los años setenta, como Chema Cobo, Guillermo Pérez Villalta o Herminio Molero. Entre el sinfín de creadores que bajo su cuidado encontraron en Málaga un espacio para el arte destacan tanto nombres andaluces de reconocida trayectoria -Curro González, Rafael Agredano, Abraham Lacalle- como una atractiva nómina de sangre nueva -Juan del Junco, Jesús Zurita, Noelia García Bandera-.

Alfredo Viñas creyó el yermo terruño cultural malagueño y sembró con exquisito cuidado y un criterio irreprochable. Poco a poco logró despuntar y gozar del merecido reconocimiento del que hoy goza en todo el país. Su galería, un referente en Andalucía junto a la sevillana Rafael Ortiz, fue la primera en poner un stand propio con el sello de Málaga en ARCO, la cita nacional de arte contemporáneo más importante, a la que empezó a asistir en 2001, dos años antes de que el CAC y el Museo Picasso fueran bautizados. Gracias a su labor didáctica, muchos malagueños comenzamos discernir entre la abstracción, el minimal, el arte pop y el conceptual, a valorar los distintos elementos de la expresividad plástica y a entender la nuevas formas artísticas a través de intervenciones e instalaciones.

Como ven, poco les importa a aquellos que dicen velar por el desarrollo cultural de la ciudad la situación que vive la Galería Alfredo Viñas, ignorada y abandonada institucionalmente gracias a una inexistente política de adquisiciones y la desaparición de cualquier tipo ayudas para la difusión del arte o la participación en ferias del sector. Hoy, cuando a los malagueños se nos boza la boca de Obey, Pompidou o Sol LeWitt, cuando La Fábrica ha colonizado La Térmica a nuestra costa, y cuando incluso las marcas cerveceras se apuntan a la modernidad plástica para fortalecer su marca y sus ventas, el porvenir del galerista malagueño se resquebraja. Si hoy fuésemos una ciudad cultural, y por lo tanto educada y consecuente, no consentiríamos que Alfredo Viñas abandonase el paraíso que cultivó en Denis Belgrano para que los malagueños iniciasen la admiración y el conocimiento del arte actual.