Al recibir el Nadal mencionó el planteamiento de uno de los primeros jurados del certamen, Ignasi Agustí, de despertar a los novelistas dormidos. ¿Se considera usted uno de ellos?

Sí, porque empecé a hacer ficción hace unos años. Ha sido un despertar y el martes sonó el despertador de una manera tremenda y maravillosa. Estoy muy contento. Es una gran responsabilidad, pero me parece lo mejor que le puede pasar a un escritor en España. Ha sido muy emocionante y toda una responsabilidad por la increíble nómina de escritores que lo han ganado con anterioridad. Espero que la novela premiada esté a la altura. Ha gustado mucho, pero habrá que esperar la respuesta del público. He intentado hacer una novela que se lea bien, que el lector la pueda leer con sosiego y con facilidad. No es ni una tesis doctoral, ni un ensayo. Es una propuesta que cualquier tipo de lector puede asumir.

¿Hay que ser honestos con los lectores?

Sin duda. A mí me parece que no hay una literatura seria si no se trata a los lectores como mayores de edad, si no se les exige que pongan de su parte y si no existe un trato de confianza entre el autor, los personajes y el lector. La literatura es un proceso de comunicación que no existe si no hay lector. Si es importante que alguien escriba y todavía más lo es que alguien lea para que el proceso se cierre. La literatura tiene sentido solo si alguien la lee.

Su primera novela El pensionado de Neuwelke se basaba en un hecho real. ¿Y aquí?

Hay un pequeño incidente que ocurrió, pero globalmente pesa más la ficción. En ella a un escritor de novelas populares se le encomienda una novela seria sobre determinados acontecimientos que ocurrieron en Biarritz en el año 1925. Este hombre se traslada a Biarritz y comienza a hablar a los testigos de esos sucesos. Ese cúmulo de documentación y entrevistas compone el núcleo esencial de la novela. Hay una investigación entre detectivesca y periodística así como una trama amorosa.

¿Qué le movió a presentarla al prestigio premio Nadal?

Realmente no la envié yo. Cuando escribí El pensionado de Neuwelke no sabía qué hacer con el texto, de tal manera que se lo entregué a mi agente literario, a Palmira Márquez, quien se encargó de buscar una editorial. Al acabar esta segunda novela se la entregué y fue ella quien la presentó al premio, siempre con mi visto bueno y autorización. Nunca pensé que un escritor que trabaja en la oscuridad de su habitación centrado en labores de corrección, en la búsqueda y lectura de documentación durante horas y horas, un escritor dedicado a la parte más desconocida de la literatura llegara a ganar el Nadal.

El jurado ha resaltado de la obra su original estructura y el sentido del humor.

¡No puedo evitar divertirme mientras escribo! Divirtiéndome y observando la vida con sentido del humor, con cierta ironía, desdramatizando, asumiendo que la existencia es así de maravillosa, así de trágica, así de caótica, así de terrible y también así de divertida creo que es la mejor manera de vivir. La literatura española tiene una tradición humorística que, al parecer, se perdió con el 98 y sin embargo la obra cumbre de nuestra literatura, El Quijote, tiene un gran sentido del humor. ¡Desperdiciar y despreciar esa tradición es imperdonable!

Habla de Cervantes y usted bebe de autores anteriores al XX. ¿Hay que volver a los clásicos?

Decía Francisco Rico que los clásicos lo son porque lo que han dicho lo han dicho de la mejor manera posible y creo que para los que estamos aprendiendo a escribir es esencial fijarnos en ellos. El mundo actual exige constantemente novedades, pero los que nos dedicamos a la literatura tenemos la obligación de fijarnos en los mejores. Actualmente hay magníficos autores, pero yo dispongo de poco tiempo para leer y si tengo que elegir, voy a seleccionar a los clásicos que tienen el poso de muchos años y críticos que los han valorado. Es de ellos de los que se aprende.