­La joven pianista veleña María Márquez forma junto a Mari Pepa Contreras (oboe), granadina pero malagueña de adopción, el dúo de cámara Mainake. El sábado ofrecieron en Málaga un concierto, en el Museo Interactivo de la Música (Mimma), y a la concusión narraron las dificultades que entraña tener que preparar sus actuaciones a 3.000 kilómetros de distancia, pues la primera reside en Varsovia. O el porqué de la enorme fuga de talentos que padece Andalucía en el ámbito de la música clásica.

Mari Pepa, que no obstante viajó a finales de este pasado año a tierras polacas para poder ensayar de manera presencial el repertorio de ayer, remarca cómo de diferente es Varsovia respecto a la cultura: «Allí no es como aquí cuando sales por la noche. En Málaga te sale un montón de relaciones públicas por la calle para ofrecerte gratis chupitos en los locales. Allí no; lo que te brindan es la posibilidad de acudir a conciertos gratuitos. Los hay a diario y la música clásica se vive de una forma radicalmente opuesta».

La propia María Márquez, que el pasado año completó su formación al más alto nivel precisamente en Polonia y que ya ha emprendido su carrera profesional en aquel país, en España las dificultades son extraordinarias para poder dedicarse a su pasión. «El colmo es que aquí en Málaga, en espacios públicos que no es el caso del Mimma, te pidan dinero para poder tocar».

Mari Pepa argumenta que por su experiencia con el oboe en bandas de rock o jazz es consciente de que los espacios municipales o públicos en general requieran el abono de los gastos del técnico que desarrolla su labor en estos recintos. Sin embargo, «en nuestro caso, para un dúo de música de cámara, carece de sentido ese gasto». Es una de las múltiples contradicciones que existen en su día a día. «Nos sentimos discriminadas, porque se nos cierran puertas para poder tocar sin ninguna justificación», finalizan.

El Dúo Mainake tuvo sus orígenes hace ahora ocho años. Fue en el Conservatorio Manuel Carra de Málaga, donde ambas concertistas coincidieron cuando eran adolescentes. Mari Pepa explica que en su caso había comenzado a abrirse camino en la música con apenas cinco años. «Fue en la guardería musical que existía en Almuñécar. Mis padres me apuntaron y con ocho años ya me decanté por el oboe. No tenía claro si tocar el piano, pero un profesor le dijo a mi madre que había muchísimos pianistas y que el oboe iba a proporcionarme mucha más salida».

Algunas de las obras que ayer interpretaron en Málaga ya tomaron parte de un primer repertorio del seminal Dúo Mainake. Sin embargo, los caminos de una y otra artista no se volverían a cruzar hasta que culminar María su formación fuera del país. La actual temporada marca el punto de inflexión no sólo para el proyecto, sino que María Márquez acaba de confirmar que en febrero va a poder participar en una primera gira al otro lado del Atlántico.

Será en un ciclo de conciertos a dos manos que la llevará hasta México o la capital tejana, Houston, ya en suelo estadounidense. La pianista reconoce que será una experiencia única, ante la posibilidad de poder darse a conocer a miles de kilómetros de la Costa del Sol. Respecto a la responsabilidad que entraña una serie de galas de esta naturaleza, María argumenta que en la música clásica «siempre hay algo que aprender, nunca está todo hecho».

Mari Pepa también subraya que no se pierde ni siquiera cierto reparo a subir a un escenario. «Cada vez es menos el pellizquito, porque es importante no tenerlo ahí para poder dar lo mejor de ti. Pero también es importante que se mantenga ese respecto al directo», argumenta una intérprete que desde muy pequeña se enamoró también del oboe por estar muy presente en las bandas sonoras de los largometrajes, así como en otros territorios de la música más popular.

Incluso se emociona al recordar cómo sus padres, con apenas 11 años de edad, no repararon en gastos a la hora de acompañar dos días en semana a su hija hasta Málaga, desde la localidad granadina de Almuñécar. «Teníamos una hora de coche para llegar al Conservatorio y no había como ahora autovía. La carretera estaba llena de curvas y no era nada fácil», concluye.