José Pablo García es uno de los dibujantes más singulares que pululan por Málaga, coautor, junto a Gabriel Noguera, del espléndido Órbita 76, quizás de las mejores tebeos made in Málaga editadas en los últimos años. Ahora ahonda en su confeso «gusto por lo añejo y la naftalina» con Las aventuras de Joselito (Reino de Cordelia, de próxima publicación), un cómic sobre el pequeño ruiseñor, un repaso a un icono despeñado, a una época -el franquismo- y un país -una España muy concreta-, aunque más allá de folclorismos y estereotipos.

Hace cuatro años, García leyó la biografía autorizada de José Jiménez Fernández Joselito. Fue todo un «impacto», recuerda: La «euforia inicial» le llevó a dejar listas «unas veinte páginas», pero las guardó en un cajón debido a, confiesa, su «incapacidad técnica». Pero también a algo más: «El género biográfico me da mucha pereza. Pero encontré una coartada posmoderna y metalingüística...». ¿Perdón? ¿Posmoderno y metalingüístico en la misma frase que el exniño prodigio que entonó aquello de los doce cascabeles y el caballo?

Sí, porque no todo es lo que parece al hablar de Joselito. Nos lo explica el autor: «Joselito fue testigo de excepción del triunfo de la Revolución Cubana y de la Guerra de la Independencia de Angola, triunfó en los países de medio mundo, pasó largas temporadas llenando teatros en Nueva York€ También hay referencias más cercanas en el tiempo (los primeros años de Telecinco, la ruta del bakalao o los realities) pero no menos fascinantes. No es una boutade, llevo años dándole vueltas y estoy convencido: es imposible encontrar otra biografía como ésta en la historia universal que permita hacer algo similar».

Entonces, ¿qué ha hecho José Pablo García en Las aventuras de Joselito? «Más que la típica historia de ascensión y caída, muy obvia en este caso, me interesaba contar aquello que hace de Joselito un personaje único. Descubrí que la mejor forma de narrar su vida era dándole un tratamiento distinto a cada episodio y, partiendo de esta premisa, acabé metido en un berenjenal del que nunca tuve muy claro si saldría airoso», argumenta el dibujante. Más de cuarenta registros gráficos aparecen en su tebeo, «desde la psicodelia, el manga, el expresionismo alemán a las viñetas de La Codorniz». Y todo con un sentido: «Procuré que cada uno de estos estilos se ajustase al género que tocara en cada episodio (ya fuera documental, terror, aventura o drama psicológico), y que el punto de vista del narrador también se adaptase a estas necesidades (hay soliloquios de su esposa Marifé, un cuaderno de viaje, texto de flyer, infografía€)». Un «atrevimiento formal» que no perjudica a la «fluidez narrativa», asegura José Pablo.

El resultado parece tener mucho que ver con esos puzzles casi infinitos, repletos de referencias, juegos y guiños meta, como los levantados por tótems del arte secuencial como Chris Ware. Y consigue sacar a Joselito del que durante muchos años nos han convencido de que es su hábitat natural -programas de nostalgia melosa tipo Qué tiempo tan feliz o Cine de barrio- y lanzarlo a un ámbito moderno, «más cosmopolita y universal». Precisamente, García ha dedicado uno de los episodios de su cómic a abordar el porqué de esa opinión general tan faltona y despectiva en nuestro país sobre artistas como Joselito: «Los españoles nunca hemos sabido cuidar a nuestros iconos, al contrario que en Francia, por ejemplo. Como dijo Fernando Fernán Gómez, el pecado que más define al español es el desprecio, no la envidia, y la forma que ha tratado la prensa a Joselito y el público en las últimas décadas es un buen ejemplo de ello», explica el autor.

Palabras que seguro agradarían al propio cantante, con el que, voluntariamente, José Pablo García no ha tenido ningún contacto durante la elaboración de Las aventuras de Joselito: «Me daba vergüenza tener que explicarle cómo quería enfocar el asunto y que la presión pudiera condicionarme negativamente durante el proceso. Además, ya estaba un poco desbordado con toda la documentación que tenía entre manos».