«Que vienen los rusos... pero con sombrilla». Ése era el título de una crónica sobre el boom de un particular nicho de mercado turístico: sí, los rusos cada vez se acercan a la Costa del Sol en mayor número y con mayores números, convirtiendo en tridente lo que antes era bicefalia (británicos y alemanes). «Los rusos adoran España», resumió en una entrevista el embajador del país en el nuestro, Yuri Korchagin. Ahora tendrán un pedazo de su historia, de su acervo cultural y patrimonial en uno de los enclaves con más solera pero culturalmente yermo de nuestra ciudad: el Museo de Arte Ruso de San Petersburgo abrirá su primera rama en el extranjero en La Tabacalera. Y lo hará hoy sin inauguración -la tragedia de los Alpes y el luto oficial debido obliga a suspender este tipo de ceremonias-.

En mayo de 2014 culminaba una negociación de cerca de un año. Todo empezó con una idea plasmada en una carta: la propuesta se remitió al embajador de Rusia en España, quien medió en la empresa con los responsables de la pinacoteca. Poco después, el día 27 de mayo, una comitiva del Ayuntamiento de Málaga de viaje en San Petersburgo para cerrar los flecos comunicó oficialmente que el proyecto ya era una realidad y que nuestra ciudad mostraría cinco siglos de arte ruso. Y se adjuntaba una foto: junto al alcalde y el entonces concejal de Cultura Damián Caneda, los máximos responsables de la pinacoteca rusa y, sobre todo, José María Luna, director de la Funcación Picasso-Casa Natal, principal negociador del proceso y hombre fuerte del Consistorio en su lucha por convertirse en la nueva milla cultural española. Luna fue quien entendió que Málaga debía internacionalizar su oferta museística: primero, llevando los fondos de la Casa Natal de viaje por un buen puñado de países, como Corea, por ejemplo; después, pujando por ser sede -esto de los museos ya es muy parecido a la lucha de las ciudades por hacerse con los Juegos Olímpicos- de marcas de prestigio museístico indudable en busca de una expansión internacional -la otra, el Pompidou, otro convenio que se rubricó y anunció en un plazo de seis meses-. Como oportunamente se señaló entonces, el anuncio del sí definitivo -en principio, diez años prorrogables a otros tantos- a la Colección del Museo Ruso San Petersburgo/Málaga -los malagueños, rápidos y sintéticos como ellos solos, pronto lo bautizaron Museo Ruso o, directamente, El Ruso- llegó sólo unos días después de que el concurso para la instalación de un centro de formación digital en Tabacalera quedara desierto, y dos años después del fiasco del complejo Art Natura -más malagueñismo: el Museo de las Gemas- en la antigua fábrica de tabaco. Nombres como Kandinsky, Chagall o Malevich zanjaron convenientemente las críticas a la dubitativa gestión municipal, más dada a la ocurrencia que a la estrategia a la hora de reinventar Tabacalera.

Poco menos de un año después, a primeros de marzo, los camiones provenientes de San Petersburgo descargaron la totalidad del stock ruso-malagueño en La Tabacalera. Así de rápido es el arte en estos tiempos. Todavía resonaba una de las coplillas de El Padrino (autores: Zumaquero y Robles), una de las agrupaciones del Carnaval 2015 que dedicó unas líneas a estos asuntos: «Paco [De la Torre] ha dicho que los abre pa´ cumplir nuestro deseo / porque siempre que se cruza con todos los malagueños / la gente le dice que quiere museo / Quiere museo, quiere museo, quiere museo / Tú no la entendío picha, no es que quiere museo / lo que la gente te dice es que ere´ mu´ feo, que ere´ mu´ feo, que ere´ mu´ feo».

Pero, ¿qué ofrece el Museo Ruso? «Nos damos cuenta de que la gente tiene un escaso conocimiento sobre nuestro museo, sobre todo en el extranjero», explicó Vladimir Gusev, responsable del Museo Estatal de San Petersburgo, en una de sus escasos actos en torno al proyecto en nuestra ciudad. No le faltaba razón: cuando se anunció el proyecto, a muchos hubo que aclararse que aquello no se trataba del desembarco del Hermitage -el gran museo ruso, también de San Petersburgo, todo un icono mundial de la riqueza patrimonial- y sus tesoros en pleno Huelin. Lo cierto es que a un seguidor avezado o más o menos casual del arte le sonarán, y mucho, nombres como los de Marc Chagall, Vassily Kandinsky y Kazimir Malevich. Pero detrás de esa punta de lanza hay una multitud de autores clásicos allí pero casi anónimos aquí, como Alexey Venetsianov, Carl Brulov, Alexander Ivanov, Isaak Levitan, Vassily Vereschagin, Ilja Repin, Peter Konchalovsky, Olga Rosanova, Alexander Rodchenko, Nathan Altman o Alexander Deineka. Lo cual también es un aliciente: a veces, ver lo que ya se conoce es una redundancia inútil; resulta más emocionante descubrir.

El compromiso suscrito por la pinacoteca rusa y el Ayuntamiento de Málaga contempla la previsión de programar cada año una exposición anual y dos temporales. La primera anual la nutren obras de los autores ya señalados, un centenar de tesoros que analizamos en otras páginas; la primera temporal, Arte Ruso de la época de Diaghilev, que estará abierta hasta el mes de septiembre, constará de 69 obras, entre las que se encuentran algunas de las más representativas del mundo artístico en el que se desenvolvió y al que contribuyó en gran manera Diaghilev, intelectual y empresario musical, gran amigo de Picasso, que revolucionó el concepto de las producciones musicales del primer cuarto del siglo XX. La segunda exposición temporal se dedicará a Pável Filonov, un excéntrico artista de vanguardia.

Los malagueños esperan la inminente apertura del Museo en la Tabacalera entre la tradicional guasa de la tierra y la ilusión por un panorama de bondades museísticas que podría ser la solución a muchos problemas. Veremos si en las coplillas del año que viene en el Carnaval se vuelven a oír versos como éstos de Zumaquero y Robles: «El alcalde se está volviendo ya majareta / y no para de abrir museos sin ton ni son / que si el Thyssen, el Pompidou, el Museo Ruso / y el de las Gemas.... ¡Ay ese no! / Pero eso de abrir museos está mu´ bonito / y de Europa somos los tiesos con más cultura / fíjate si está abriendo museos / que ahora por cada parao cabemos a tres pinturas».