Salvando las distancias con el Palacio Mijáilovski, sede del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, considerado una joya arquitectónica del clasicismo del siglo XIX, la entrada al nuevo museo que este miércoles -cuya entrada es gratuita sus dos primeros días- ha abierto sus puertas en la antigua fábrica de Tabacos de Málaga resulta imponente, sobre todo si se compara con las fachadas del resto de museos o centros de arte de la ciudad. Aunque lo sorprendente es que esa sensación no abandona al público durante la visita, ya que las dimesiones de las salas que acogen la Colección del Museo Ruso son desconocidas para los malagueños.

Las espaciosas estancias en las que cuelgan las más de 160 obras que corresponden a las dos exposiciones inaugurales del centro, una de carácter anual (Arte Ruso. De los iconos al siglo XX) y otra temporal (La época de Diáguilev), proporcionan a las piezas un aire majestuoso y brinda al espectador la posibilidad de tomar perspectiva y alejarse lo suficiente para contemplarlas. Por su tamaño, muchos de los cuadros necesitan de este alejamiento, como es el caso de los imponentes óleos Noche de luna (1849), de Iván Aivazovski, El ritual del beso (1895), de Konstantín Makovski, y La mies (1948), de Aleksandr Bubnov.

Las tres obras citadas pertenecen a la muestra anual con la que el Estatal de San Petersburgo ha querido «introducir el arte ruso en España y en Málaga», afirmó su máximo responsable, Vladimir Gusev. Y la selección, compuesta por más de cien obras, no podía ser más representativa. El recorrido se inicia con los iconos de culto religiosos -todos ellos realizados en témpera sobre madera- de los siglos XVI y XVII y concluye con la ruptura estilística protagonizada a comienzos del XX por los grandes representantes de la vanguardia rusa, entre los que destacan Kandinski, Chagall, Ródchenko y Malévich.

La travesía por la tradición pictórica rusa a través de los siglos se detiene en los retratos a personalidades de la alta sociedad y los paisajes que tan de moda se pusieron en el XVIII, siglo en el que San Petersburgo abrió las puertas de su Academia de las Artes, de la que surgieron grandes creadores que pronto tomaron consciencia de los movimientos artísticos europeos. En este apartado destacan Figura de Cristo (1833-1857), estudio para el lienzo Aparición de Cristo ante la gente de Aleksandr Ivánov, y El zar Iván el Terrible contempla la belleza de Vasilisa Meléntieva (1875), de Grigori Sedov.

El realismo socialista y la época del deshielo -que arranca tras la muerte de Stalin- son otras de las paradas de esta exposición que permanecerá abierta hasta noviembre y que sirve de introducción a un universo artístico poco conocido pero tremendamente atractivo. «Temenos mucho que enseñar», matizó Eugenia Petrova, vicedirectora del Estatal Ruso, que reconoció que las obras «se ven preciosas» en su nueva ubicación malagueña.

La Colección del Museo Ruso cuenta con superficie expositiva de 2.300 metros cuadrados en la planta alta del edificio de Tabacalera, donde también está situadas la tienda, una sala multimedia y otra dedicada a talleres. En dicha planta también se encuentran dos salas de proyecciones.

La época de Diáguilev. La primera exposición temporal del Museo Ruso está centrada en Sergei Diáguilev, célebre empresario y creador de los Ballets Rusos, e impulsor, junto con Benois, de la afamada sociedad artística Mundo del Arte. Pinturas, dibujos, esculturas, cerámicas y piezas de vestuario de creadores como Leon Bakst, Nathan Altman, Mijail Vrubel, Zinaida Serebriakova, Alexandr Golovin o Boris Kustodiev forman esta muetra que recorre el universo de una de las figuras más emblemáticas del arte y la cultura de principios del siglo XX.